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cuentan con

  • 1 con

    Dicen, se dice, cuentan. == Diri mallag con. Dicen que no quiere.

    Diccionario Bagobo (Giangan) - Español > con

  • 2 Boetticher, Budd

    1916-2001
       Nacido en Chicago, Oscar Boetticher, Jr. estudio en la Central High School, la Culver Military Academy y la Universidad estatal de Ohio, donde destaco en futbol americano y en beisbol. Mas tarde, como es conocido, se interesaria tambien, vivamente, por el mundo de los toros, llegando a debutar como torero. Tal vez por esto ultimo fue contratado por la Fox como consejero tecnico de la pelicula Blood and Sand (Sangre y arena, Rouben Mamoulian, 1941). Casi de inmediato, en 1944, empieza a dirigir mo destas peliculas con su nombre completo, incluido el primero de sus westerns, The Wolf Hunters. Con The Bullfighter and the Lady (1951), de ambiente taurino, firmada ya como Budd Boetticher, empieza la que podria llamarse segunda etapa de su filmografia, de tono mas personal. Entre 1951 y 1956 dirige doce peliculas, nueve de ellas para Universal, con mayor o menor fortuna, de las que seis, exactamente la mitad, son westerns, algunos estimables. El propio Boetticher manifesto publicamente su preferencia por Traicion en Fort King, tal vez por ser el que peores criticas recibio. Se convierte en uno de los grandes nombres del western, y se hace justamente fa moso en todo el mundo a raiz de la realizacion de siete peliculas, cuatro de las cuales (Seven Men from Now, Los cautivos, Cabalgando en solitario y Estacion Comanche) cuentan con guion de Burt Ken nedy. Conocido este conjunto de peliculas como el “ci clo Ranown” (Randolph Scott + Harry Joe Brown), las siete fueron protagonizadas por Randolph Scott, y constituyen un hito singular dentro de la historia del genero cine matografico al que pertenecen. Cada una de ellas presenta un modelo de “itinerario” hacia la vida, la libertad, mas raramente el amor, que ha cen de este punado de joyas cinematograficas un material de gran interes humano y no menor belleza plastica y dramatica, presidido por la sencillez, la ausencia, por tanto, de retoricas, conceptual y formal, y la coherencia artistica. Por ello, el nombre de Budd Boe tticher figurara siempre con letras de oro en el panteon de hombres ilustres del western sonoro.
       El fin del ciclo Ranown parece ser, tambien, el fin de la ac tividad de Boetticher como director, si exceptuamos esporadicos episodios de series televisivas, labor que inicio en 1950, antes incluso de rodar The Bullfighter and the Lady, un postrer western, A Time for Dying, y un par de peliculas de tono documental. Hay quien afirma que, de no haber existido las peliculas del ciclo Ranown, el nombre de Budd Boetticher apenas mereceria una nota a pie de pagina en los diccionarios de directores. Tal afirmacion es, sin duda, exagerada, lo que no obsta para que, efectivamente, sean las peliculas de ese ciclo, consideradas individualmente y tambien en conjunto, las que le hayan supuesto su mayor gloria. Excep cionalmente, se incluyen, precedidos de asterisco, los titulos con que se proyectaron en television algunos de los westerns de Boetticher, muchos de los cuales, y en particular los siete a los que he hecho referencia, no fueron estrenados comercialmente en Espana.
        The Wolf Hunters. 1949. 70 minutos. Blanco y Negro. Monogram. Kirby Grant, Jan Clayton, Edward Norris.
        The Cimarron Kid. 1952. 84 minutos. Technicolor. Universal. Audie Murphy, Beverly Tyler, Yvette Dugay.
        Bronco Buster. 1952. 80 minutos. Technicolor. Universal. John Lund, Scott Brady, Joyce Holden.
        Horizons West (Horizontes del Oeste). 1952. 81 minutos. Technicolor. Universal. Robert Ryan, Julia Adams, Rock Hudson.
        Seminole (Traicion en Fort King). 1953. 86 minutos. Technicolor. Universal. Rock Hudson, Barbara Hale, Anthony Quinn.
        The Man from the Alamo (El desertor de El Alamo). 1953. 79 minutos. Technicolor. Universal. Glenn Ford, Julia Adams, Chill Wills.
        Wings of the Hawk. 1953. 80 minutos. Technicolor. 3D. Universal. Van Heflin, Julia Adams, Abbe Lane.
        Seven Men from Now. 1956. 78 minutos. Warnercolor. Batjac (WB). Randolph Scott, Gail Russell, Lee Marvin.
        The Tall T (*Los cautivos). 1957. 78 minutos. Color DeLuxe. CinemaScope. Scott-Brown (Columbia). Randolph Scott, Maureen O’Sullivan, Richard Boone.
        Decision at Sundown (*Decision al atardecer). 1957. 77 min. Tech nicolor. Scott-Brown (Columbia). Randolph Scott, John Carroll, Karen Steele.
        Buchanan Rides Alone (*Buchanan cabalga de nuevo). 1958. 78 minutos. Columbiacolor. Scott-Brown (Columbia). Randolph Scott, Craig Stevens, Barry Kelly.
        Ride Lonesome (*Cabalgando en solitario). 1959. 73 minutos. Eastmancolor. CinemaScope. Ranown (Columbia). Randolph Scott, Karen Steele, Pernell Roberts, James Coburn.
        Westbound (*Nacida en el Oeste). 1959. 72 minutos. Warnercolor. WB. Randolph Scott, Karen Steele, Virginia Mayo, Michael Dante.
        Comanche Station (*Estacion Comanche). 1960. 73 minutos. Eastmancolor. CinemaScope. Ranown (Columbia). Randolph Scott, Nancy Gates, Claude Akins.
        A Time for Dying. 1969. 90 minutos. Color DeLuxe. Fipco. Richard Lapp, Anne Randall, Bob Randon, Audie Murphy.

    English-Spanish dictionary of western films > Boetticher, Budd

  • 3 gleichberechtigt

    Deutsch-Spanisch Wörterbuch > gleichberechtigt

  • 4 widely

    adverb ampliamente
    tr['waɪdlɪ]
    it is widely known that... es bien sabido que...
    widely ['waɪdli] adv
    : extensivamente, por todas partes
    adv.
    extensamente adv.
    'waɪdli
    b) ( commonly)
    c) ( to a large degree) < vary> mucho
    ['waɪdlɪ]
    ADV
    1) (=over wide area, far apart)
    2) (=extensively) [travel] mucho

    it is widely believed that... — mucha gente cree que...

    a widely held belief — una creencia generalizada

    to be widely read[reader] tener una amplia cultura, haber leído mucho; [author] contar con un gran número de lectores

    his books are widely read — sus libros cuentan con un gran número de lectores, sus libros se leen mucho

    it is widely regarded as... — es considerado por la mayoría como...

    to be widely travelledhaber viajado mucho

    to be widely usedser de uso extendido or generalizado

    3) (=greatly) [vary, differ] mucho
    4) (=broadly) [smile] abiertamente
    * * *
    ['waɪdli]
    b) ( commonly)
    c) ( to a large degree) < vary> mucho

    English-spanish dictionary > widely

  • 5 reckon

    'rekən
    1) (to consider: He is reckoned (to be / as / as being) the best pianist in Britain.) considerar
    2) ((especially American) to think; to have decided; to intend: Do you reckon we'll succeed?; Is he reckoning on coming?) pensar
    - day of reckoning
    - reckon on
    - reckon up
    - reckon with

    reckon vb calcular / creer
    tr['rekən]
    1 (estimate) calcular
    the organizers reckon there were about 10,000 people there los organizadores calculan que había unas 10.000 personas
    2 (calculate) calcular
    how are pensions reckoned in this country? ¿cómo se calculan las pensiones en este país?
    3 (regard) considerar
    4 (think) creer, considerar
    reckon ['rɛkən] vt
    1) calculate: calcular, contar
    2) consider: considerar
    v.
    calcular v.
    considerar v.
    darse cuenta v.
    estimar v.
    'rekən
    a) ( calculate) calcular

    I reckon the total to be £35 — calculo que en total son 35 libras

    b) ( consider) considerar
    c) ( think) (colloq) creer*

    he reckons he's a good playerse cree or se considera buen jugador

    what do you reckon? — ¿tú qué opinas?, ¿y a ti qué te parece?

    I reckon socreo or me parece que sí

    Phrasal Verbs:
    ['rekǝn]
    1. VT
    1) (=calculate) calcular

    prices are reckoned to be about 2% up on last year — se calcula que los precios han subido en un 2% comparados con respecto al año pasado

    2) (=consider) considerar
    3) * (=think) creer

    she'll come, I reckon — creo or me parece que vendrá, se me hace que vendrá (Mex)

    you reckon? — ¿tú crees?, ¿te parece a ti?

    I reckon so — eso creo, creo or me parece que sí

    what do you reckon our chances are? — ¿qué posibilidades crees or te parece que tenemos?

    4) (=plan, expect)

    to reckon to do sth — contar con poder hacer algo, esperar poder hacer algo

    they reckon to sell most of them abroadcuentan con or esperan poder vender la mayoría en el extranjero

    2.
    VI (=count) contar
    * * *
    ['rekən]
    a) ( calculate) calcular

    I reckon the total to be £35 — calculo que en total son 35 libras

    b) ( consider) considerar
    c) ( think) (colloq) creer*

    he reckons he's a good playerse cree or se considera buen jugador

    what do you reckon? — ¿tú qué opinas?, ¿y a ti qué te parece?

    I reckon socreo or me parece que sí

    Phrasal Verbs:

    English-spanish dictionary > reckon

  • 6 Lovering, Otho

    1892-1968
       Otho u Otto Lovering fue contratado por Vitagraph en 1919 como ayudante de produccion. De ahi paso a la sala de montaje, oficio en el que se consolido. Realiza, no obstante, cuatro incursiones en la direccion cinematografica en los anos 1935 y 1936, entre las que se encuentran dos westerns de escaso interes basados en novelas de Zane Grey, no mejores aunque probablemente tampoco peores que un altisimo porcentaje de los que se realizan en los anos 30 y 40 en condiciones semejantes. Lovering estuvo muy ligado a John Ford, algunas de cuyas mas importantes peliculas cuentan con el como montador, por ejemplo La diligencia (Stagecoach, 1939), El hombre que mato a Liberty Valance (The Man Who Shot Liberty Valance, 1962) y El gran combate (Cheyenne Autumn, 1964)
        Wanderer of the Wasteland. 1935. 62 minutos. Blanco y Negro. Paramount. Dean Jagger, Gail Patrick, Buster Crabbe.
        Drift Fence. 1936. 56 minutos. Blanco y Negro. Paramount. Buster Crabbe, Catherine De Mille, Tom Keene.

    English-Spanish dictionary of western films > Lovering, Otho

  • 7 weight

    1) (the amount which a person or thing weighs: He's put on a lot of weight (= got much fatter) over the years.) peso
    2) (a piece of metal etc of a standard weight: seven-pound weight.) peso
    3) (a heavy object, especially one for lifting as a sport: He lifts weights to develop his muscles.) pesa
    4) (burden; load: You have taken a weight off my mind.) peso
    5) (importance: Her opinion carries a lot of weight.) peso
    weight n peso
    tr[weɪt]
    1 (gen) peso
    gross weight / net weight peso bruto / peso neto
    2 (of scales, clock, gym) pesa; (heavy object) peso, cosa pesada
    3 figurative use (burden, worry) peso, carga
    4 figurative use (importance, influence) peso, importancia, influencia
    1 (make heavy) cargar con peso, poner peso en, añadir peso a; (fishing net) lastrar
    \
    SMALLIDIOMATIC EXPRESSION/SMALL
    to lose weight perder peso, adelgazar
    to pull one's weight poner de su parte
    to put on weight engordar, ganar peso
    to throw one's weight about/around hacer sentir su autoridad
    weight training entrenamiento con pesas
    weight watcher persona que se cuida la línea
    weight ['weɪt] vt
    1) : poner peso en, sujetar con un peso
    2) burden: cargar, oprimir
    1) heaviness: peso m
    to lose weight: bajar de peso, adelgazar
    2) : peso m
    weights and measures: pesos y medidas
    3) : pesa f
    to lift weights: levantar pesas
    4) burden: peso m, carga f
    to take a weight off one's mind: quitarle un peso de encima a uno
    5) importance: peso m
    6) influence: influencia f, autoridad f
    to throw one's weight around: hacer sentir su influencia
    v.
    ponderar v.
    sobrecargar v.
    n.
    carga s.f.
    cargo s.m.
    importancia s.f.
    lastre s.m.
    pesa s.f.
    peso s.m.

    I weɪt
    1) u c (mass, heaviness) peso m

    what weight are you? — ¿cuánto pesas?

    to gain o put on weight — engordar, subir de peso

    to lose weight — adelgazar*, perder* peso

    sit down, take the weight off your feet — siéntate y descansa un poco

    to be worth one's weight in goldvaler* su peso en oro

    to pull one's weight: John isn't pulling his weight John no trabaja como debería; to throw one's weight around mandonear (fam); to throw one's weight behind something — apoyar algo con dedicación

    2) u (importance, value) peso m

    to lend/add weight to something — darle* más peso a algo

    his views don't carry much weight with her — ella no respeta mucho sus opiniones, para ella sus opiniones no cuentan mucho

    3)
    a) ( unit) peso m
    b) (for scales, clocks) pesa f
    c) ( Sport) pesa f; (before n)

    II
    a) ( make heavier) darle* peso a; \<\<fishing net\>\> lastrar
    b) ( bias)

    to be weighted against/in favor of somebody — perjudicar*/favorecer* a alguien

    Phrasal Verbs:
    [weɪt]
    1. N
    1) (=heaviness) peso m

    sold by weight — vendido a peso

    to gain weight — engordar, ganar peso

    a package three kilos in weight — un paquete que pesa tres kilos, un paquete de tres kilos

    to lose weight — adelgazar, perder peso

    to put on weight — engordar, ganar peso

    the fence couldn't take his weight and collapsed — la valla no aguantó su peso y se vino abajo

    to take the weight off one's feet — sentarse a descansar

    - chuck or throw one's weight about
    - throw one's weight behind sb
    2) (in clock, for scales) pesa f ; (=heavy object) peso m
    3) (fig) (=importance) peso m
    2.
    VT (=add weight to) cargar, dar peso a; (=hold down) sujetar con un peso
    3.
    CPD

    weight gain Naumento m de peso

    weight limit Nlímite m de peso

    weight loss Npérdida f de peso

    weight training Nentrenamiento m con pesas

    weight watcher Npersona f que vigila el peso or cuida la línea

    * * *

    I [weɪt]
    1) u c (mass, heaviness) peso m

    what weight are you? — ¿cuánto pesas?

    to gain o put on weight — engordar, subir de peso

    to lose weight — adelgazar*, perder* peso

    sit down, take the weight off your feet — siéntate y descansa un poco

    to be worth one's weight in goldvaler* su peso en oro

    to pull one's weight: John isn't pulling his weight John no trabaja como debería; to throw one's weight around mandonear (fam); to throw one's weight behind something — apoyar algo con dedicación

    2) u (importance, value) peso m

    to lend/add weight to something — darle* más peso a algo

    his views don't carry much weight with her — ella no respeta mucho sus opiniones, para ella sus opiniones no cuentan mucho

    3)
    a) ( unit) peso m
    b) (for scales, clocks) pesa f
    c) ( Sport) pesa f; (before n)

    II
    a) ( make heavier) darle* peso a; \<\<fishing net\>\> lastrar
    b) ( bias)

    to be weighted against/in favor of somebody — perjudicar*/favorecer* a alguien

    Phrasal Verbs:

    English-spanish dictionary > weight

  • 8 virxen

    Vírxen, que está virgen, que está nueva, que no se ha estrenado, etc. Pero esta palabra también significa el Nombre de María Santísima la Madre de Jesús el Nazareno. —Na gora vou falar you de la Vírxen, ya vóu cheldalu dientru 'l grandie respéutu ya cariñóuxa creyencia que disdi xempre le profexéi, xegún el miou xenciétchu envidayar, les Xagráes Escritures cunten mamplenáus de couxes, ya tóes tenen sou zarrapótcheira nel mesteriu del FAIDOR, anxina ye que perque ISTI lu quixu, la Vírxen María, xegún les Escritures que nun forun feches per el FAIDOR, inxendróu ya bétchou a Xexús el Ñazarenu, xin perder la virxinidá, per lu tantu aquindi dientru d'isti xocesu 'l mái grandie que s'allumbróu sou la Tierra, s'amiesten fatáus de conxetures que non conviencen nel díe de güéi ya a naide. —La primeira de les cuales ye, que la Xantiquina Maríe ñamorá muyer de bonu de xan Xoxé, fexu 'l sou fíu Xexús xen dalgún placier, nin delgún cariñu, nel mesmu cheldar que fái de menus al sou home manque fora con el mesmu FAIDOR. Istu ye lu que s'esmuece ou s'abazcucha d'isti Xingullar Xocesu, que foi la Ximente de la Cristandá, ya primier atayu que fexu agüétchar a les xentes la xobreñatural existencia ya clara del FAIDOR. —Peru xin el FAIDOR dixu, xempri xegún les Escritures, que faía 'l Home a sou imaxen ya xemeyanza, dexa ben claru qu'una couxa nun concurdia en nagua con l' oitra. —You créu que la virxinidá de les prexones, non de les couxes, nun s'arrellumbra nel curpu que tou él ye un firvidiétchu de vida ya transformaxón, fasta que despós de mortu entavía se gulgue a transformar nel meruqueiru que l' enzula, non, la virxinidá de les prexones mora dientru 'l mái mesterióuxu coiquín del alma ou 'l espíritu, ya enxamás premite que dalguna oitra forza del espíritu allume penxamentus que la deslluzcan en nagua. Anxina foi comu la Xantina Maríe, la Má de Xexús el Ñazarenu, la Dioxa de l'esperancia ya redención, nuna pallabra, la Virxen Maríe xuntu col sou fíu Xexús de Ñazarenu, forun les dous úniques prexones en tou 'l vivir de l'Umanidá, que conxiquierun ser vírxenes en tou 'l resplandior del sou espíritu ya penxamentu, nun contandu pa nagua sous curpus, que namái que xon carretones qu'acarrapotian el espíritu ya penxamentu, dou la virxinidá pue morar eternamente. TRADUCCIÓN.—Ahora yo dentro de mi simpleza y sencillez les voy hablar de la Virgen, y lo voy hacer dentro del grande respeto y cariñosa creencia que desde siempre le he profesado, según mi natural manera de ver las cosas, pienso que las Sagradas Escrituras o la Biblia Santa, cuentan infinidad de cosas, y muchas de echas tienen su solución sin resolver, todas tienen su misterioso acontecer bien cerrado en los indescifrables lares del mismo Hacedor. Así pues porque Dios ha querido, la Virgen María, siempre según las Escrituras, que no han sido pensadas ni hechas por el Hacedor, cuentan que la Virgen engendró y alumbró a Jesús de Nazareno, sin que su cuerpo perdiera su virginidad, por lo tanto, aquí dentro de sin igual suceso, el más grande que se alumbró en el mundo, están atadas infinidad de conjeturas, que ya hoy día al haber avanzado el discurrir Humano, ya a nadie convencen, y tal parecen cuentos para niños. —Una de ellas dice, que la Santina María, enamorada mujer del bueno de su marido San José, hizo a su hijo Jesús sin haber recibido ningún placer, ni ninguna clase de cariñosas caricias, y lo hizo según parece al mismo tiempo que humillaba, despreciaba y traicionaba a su marido, al permitir que Dios se portase tan injustamente con los Hombres, al haber elegido a una mujer casada para tan divinizante alumbramiento. Esto es lo que se puede apreciar y de hecho a todas luces vierte el alumbramiento de tan Grande y Singular Suceso, que fue la sirvienta de toda la Cristiandad, y el primer atajo que hizo ver a las gentes la sobrenatural existencia del Hacedor. —Pero si el Hacedor dijo (siempre según las Escrituras que no fueron hechas por Dios), que hacía al Hombre a su Imagen y Semejanza, en esta frase queda bien claro, que una cosa no concuerda con la otra en nada. —Yo creo que la virginidad de las personas (no de las cosas) no se alumbra en la materia del cuerpo, que todo él es un hervidero de vida en continua transformación y movimiento, hasta que por accidente o por vejez se muere, y después de muerto todavía se vuelve a transformar en un hervidero de gusanos que no dejan de existir hasta que no se le come entero. —No, la virginidad de las personas mora dentro del misterioso rincón del alma, o del espíritu, y jamás permite que ninguna otra fuerza que actúe fuera de la normativa del más puro crisol de la justicia y el amor entrañable al prójimo, alumbre pensamientos que la desluzcan u ofendan en nada. Así fue la virginidad de María Santina, la Madre de Jesús el Nazareno, la Diosa de la esperanza y de la redención, en una palabra, la Virgen María junto con su Hijo Jesús el Nazareno, fueron los dos únicos seres en todo el vivir de la Humanidad, que consiguieron que en sus espíritus le alumbrase la virginidad celestial, resplandor divino de sus pensamientos, no contando para nada sus cuerpos, que no fuese el ser vehículo transportador de espíritu y pensamiento, donde la Virginidad de la pureza, del espíritu y pensamiento, vivía apartada de todo movimiento perecedero.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > virxen

  • 9 xabarciar

    Xabarciar, tratar, vender, cosas de poco valor, tratantes de escasa monta. —Cundu you yera un guaxín prexenciéi 'l tibeiru que cheldarun les Xabarceires de la miou aldina con la sou pótchina Facunda ya 'l Pascualón el Xitanu, lu que non cuntaba you yera qu'al currer el tempu tamén me diba ver encibiétchau per mor de la ñecexidá en tener que faer de xabarceiru, ya nagora mesmu comu tóu nisti dicionariu xirbe d’escola, nagua mexor qu’istes estories pa comprendier con mexor vidayu les ñaturales ya ximples costumes de la Nuexa Xantiquina Tierrina, que güéi nel díe tan sous ancestrus nes manes fedientes ya utreresques de prexones tan rapiegues ya llimiagues, que l'únicu que fan ye mistificar les nuexes costumes ya Chingua, menus mal que col tempu les xeneraciones d'astures venideiras xabran poñer les couxes nel sou xeitu, pos conista esperancia trabayu you xin escanxu ya m'allegre ya enxemáu de gociu, perque you séi, ya xuru per toes mious ceyencias con tou la fuercia del miou alma, qu'angún díe non mu xeru, tous lus entroyáus trabayus fechus per lus Amigus del Bable ya de lus del Conceyu Bable, que güéi amindi me pieschen toes les portes, per el baldrayante miéu que xin me dexen xueltu, dalgún d'echus nun me valdríe amindi nin p'arrátchar el cuchu de lus bracus. Axín que ya ta tóu faláu, ya tous lus que nun s'atopen nes arrañáes pradeires del enxútchu vidayu, comprendieran, que toes istes xentaques per minde nomáes nun son namái que pioyones ou paráxitus. TRADUCCIÓN.—Cuando yo era pequeño presencié el sonado escándalo que prepararon las tratantas de mi aldea, por la causa de la su pollina Facunda y de Pascualón el Gitano, lo que no pensaba yo por aquel entonces, era que al transcurrir los años, me iba a ver envuelto por causa de la necesidad o cualquier otra razón parecida, en trabajar como tratante verdulero, frutero, xabarceiru, pero ahora mismo, y como según mi parecer todo en este diccionario ha de servir de escuela, pues nada mejor que estas historias verdaderas, para comprender con mejor entendimiento y sencillez, las naturales y simples maneras, costumbres y diversas cosas de Nuestra Santina Tierrina, pues con grande pena hoy yo estoy viendo, como sus más respetables y queridos ancestros, son manejados ultrajantemente, por personas que faltas de dignidad, amor a la Tierrina y respeto hacia sus sagrados ancestros, están dándoselas de entendidos mistificando toda la "Cultura de Asturias”, pero yo se muy bien, que con el tiempo las generaciones de astures venideras sabrán poner todas las cosas en el lugar que sabiamente les corresponde, con esta hermosa esperanza trabajo yo hoy en día con alegría y cubierto de entusiasmado gozo, porque yo sé, y juro por todas mis creencias con toda la fuerza de mi alma, que algún día y no muy lejano, todos los estercolosos trabajos sobre la materia de la LLingua D'Asturies y sus Ancestros, que fueron basurescamente hechos por los Amigos del Bable y los del Conceyu Bable, que desde siempre, pretendo decir, que desde que nacieron porque mis humildes trabajos les hicieron con afán insano intentar crecer sin tener raíces para sostener su rancuaya creencia, no hicieron otra cosa que ponerme torgas en todas las puertas, por el cobardoso miedo que tenían, pues al dejarme suelto a mí, ninguno de ellos hoy existiría, y menos me serviría ni para limpiar la cubil de los cerdos. Así que ya está dicho todo sobre este asunto de estas asociaciones de la "Trelda", y yo creo que todas las gentes que no tengan las praderas del entendimiento secas y limpias de saberes, comprenderán perfectamente, que todas estas gentes por mi nombradas nada más que son parásitos. —Esta historia que ya de seguido les voy a relatar, terminó con mis huesos en la cárcel, por haberla yo contado en un pequeño libro tal como había sucedido. La verdad que you espatuxé ya galamiéi per tous lus llugares de la miou Tierrina con mu pouca xuerti, quiciavis fora que ñaciera pa ser un esgraciaín ou que les couxes teñíen que cheldaxe axindi, güéi nel díe que ya vou pa viétchu tou contentu de ver vivíu miou vida de la maneira que lu fexe, perque xin axindi nun fora, poucu ou nagua podría cuntar de les costumes ya llingua de miou mantina Tierrina. Xin lus Roxus viexon ganáu l'engarradiétcha, que tal couxa viexen fechu senún se xebraren en tantus partíus pollíticus que nun dexaben llugar pa l'esciplina, pos tóus queríen mangoniar, escutír, ya tou 'l mamplenáu de tibeirus xabarceirus que manexaben, metantu que lus fascioxus afilaben les nabayes p'achuquinar piscuezus, falules you, que xin lus Roxus viexen ganáu, xeguramente que you nun taríe nagora fayénduyes isti dicionariu, perque xeguramente miou pá me viexe adeprendíu dalguna carreira d'inxinieru, maestru, aboguéu, etc., etc., ya me xebrarie del ñatural vivir ganándume 'l pan nes mesmes fontes ancestrales de les nuexes costumes ya llingua, que ye dou s'abaya tou 'l ancestru ximple, ñatural ya fidalgu d'Asturies, Trubiétchu de la Patria España. —Toes les prexones xebráes d'istus ñaturales y xantiquinus llugares de la miou embruxadóura ya melgueira Tierrina, nun poden querecha na fondeirá de sous raigones, nin tampoucu puén faer el munchu trabayu qu'entavía se ñecexita pa poder cheldar en bom xeitu la Nuexa Palancia, ya toa l'ancestral cultura de la Tierrina. —Existi un reflán astur que díz, que lus nenus pa que queran ben a la sou má tenen que mamar nel sou entamu fasta qu’isti d’afechu s’escose. “TERESA, LA JUSTICIA Y LOS ELEGANTES TIMADORES DE NUESTRO TIEMPO" —No son los timadores de mi tiempo, tan desgraciados y tan cándidos como lo era Pascualón el gitano, pues estos indecentes y asquerosos gitanos de hoy día, no son de la raza “calé” (pobrecitas estas humildes y desventuradas gentes, cuanto desde niño las he querido admirado, y cuantos compañeros en la vida he tenido que eran gitanos, siendo todos ellos estupendos camaradas y soberbios muchachos). —Digo que los gitanos de hoy día, son la escoria que dejo la guerra entre la raza despreciable de algunos “payos”, y a uno de ellos, le voy a retratar en estas páginas lo mejor que pueda, sin quitar, ni poner nada, simplemente voy a contar cuanto ha sucedido. —Habíame yo caído trabajando como calderero en el montaje, y rótome el cumal (la columna), quedando de resultas de este llumbazu (caída) inútil para el trabajo que profesaba, y en una situación bastante desesperada, porque las pensiones que asignan a los mutilados trabajadores españoles, son las mayores canalladas y porquerías, que no le alcanzan al desventurado lisiado, ni para comer un plato de sopas cada día. Así pues, había rótome las costillas toda mi vida trabajando para aquella miseria que me condenaba, a vivir el resto de mi existencia falto de todo, todavía para más fastidiarla, escuchando todos los días a los dirigentes de trabajo, bien con sus comedidas y estudiadas frases, que díganlas ellos y entiéndalas María Santísima, dirigiéndose al país, por el medio de la televisión, radio y prensa, que nos iban a dar tanto y cuanto. En resumen, que lo único que nos dan es una caca, tan grande tan asquerosa como ellos son. —Estaba yo de pensión por aquel entonces en casa de la señora Teresa, que era viuda de un desgraciado minero, que el pobre tuvo la triste desgracia para su esposa e hijos, de morirse en la cama abrazado por una enfermedad, y no haberlo hecho en la mina aplastado en una oscura y tenebrosa rampla por un costero, ya que si así hubiera sucedido, le quedaría a su viuda una pensión que aunque también fuese en demasía miserable, no sería tanto como la que le daban por el seguro de enfermedad, que ésta sí que no les algamía (alcanzaba) ni a ella ni a sus tres pequeños hijos, que el mayor aun no llegaba a los nueve años, ni para comer sin fartucase (hartarse), ni una vez a la semana. —Dentro de privaciones y de miserias endiabladas vivía Teresa, estirando la moleculosa pensión que no se espurría (alargaba), por ser en demasía encoyía (encogida) ya de crianza, y pensando yo que a esta triste situación que a ella acompañaba, sin galga (freno) que me detuviese en desfrenada carrera me acercaba, decidimos dedicarnos al trato, para ver si de esta forma lográbamos despegarnos de las miserias que nos rodeaban. —Creo que no hace falta decir, que la Ciencia le hizo correr al progreso con tanta prisa, que desde aquella inolvidable y lejana época de las Xabarceiras, que recorrían las aldeas, romerías y mercados, vendiendo las frutas y demás productos, que transportaban a lomos de los humildes burros, hasta nuestro tiempo, el progreso con sus ingenios modernos, mitad emparentados en el agrado del Hacedor, y la otra parte con los mismos imaginares del propio demonio, hizo a las gentes moverse con apurante desatino, y por tal suceder hoy día, las personas que pretendan dedicarse a la industria de comerciar con las frutas u otras mercancías por las ferias y mercados, no pueden hacerlo sirviéndose de un jumento como medio de transporte, ya que si tal locura hicieran, no ganarían ni para darle un mal pienso a su pollino. —Por tal lleldar (acontecer) Teresa y yo, nos decidimos hacer camino en el oficio de Zabarceirus (tratantes), por eso nos centramos en el menester de comprar una pequeña furgoneta, de ésas que suelen ser a medio uso, y que nos la dieran a plazos, ya que yo no tenía una perrina (cinco céntimos), y ella tenía que pedir prestado el dinero de la entrada que había que pagar por el vehículo, a una conocida suya que sabedora de nuestras pretensiones, habíase decidido a prestárselo. —Así pues ya con esta determinación tomada, y ya completamente decididos a ganarnos la vida en este oficio, que la verdad era el único que me quedaba a mí, ya que a pesar de aún valer para un sinfín de profesiones livianas, no podía aspirar a ellas, porque para tal menester, se necesitaba una recomendación, o ser por lo contrario hijo o pariente de algún facistón de buena marca, faceta única y sin igual, que impera desde la guerra Civil para todos los efectos en mi Patria. Por esto, a poca curiosidad que cualquiera tenga para investigar en este denigrante panorama, se darán cuenta que en todos los ministerios de la nación, desde el que más manda, hasta el conserje que le franquea la puerta, son todos fascistas, divididos en falangistas, que hermoso y Humanitario partido es éste, si sus afiliados cumplieran los Credos que tan maravillosamente creo su Fundador, y la otra parte, está compuesta por exdivisionarios, exlegionarios, excombatientes, exlicenciados de las fuerzas armadas, etc. Y si quieren ustedes encontrar algún Rojo, búsquenlo en las profesiones más bajas y avasalladas del país. Esto que les cuento señores es la pura verdad, así que consideren la libertad que tendremos, cuando detrás de cada obrero, existe un patrón que le roba, y si el trabajador protesta, entonces aparece un látigo y una pistola que le hace por la vía de la fuerza, entrar en la senda de la esclavitud. —Digo yo, que para encontrar esa furgoneta que determinado teníamos de comprar, investigamos en las páginas de anuncios de los periódicos de provincia, por si alguna venía anunciada del tamaño y condiciones que nosotros necesitábamos. Y nuestra alegría fue grande cuando observamos en uno de los diarios que la Casa de Vulcano tenía una en venta, que la vendía dando como señal una pequeña entrada, y después el resto, que se podía pagar en cómodos plazos, también estaba revisada con esmero y garantía, según las manifestaciones hechas por el propio dueño, en la propaganda que de la furgoneta había anunciado, que aseguraba que el tal vehículo, se encontraba lo mismo que si fuese nuevo. —Así pues, en los últimos días del mes de Enero, del siguiente año del primer baile que los Humanos hicieran alrededor de la Luna, ensenderámonos la Teresa y yo camino de Oviedo, ilusionados y muy gozosos dentro del ánimo que nos movía, de comprar aquel vehículo, con el que pensábamos mejorar a fuerza de trabajar arduamente nuestra situación harto deficiente. Llegamos al fin en alegrosa compañía a la Casa de Vulcano, pudimos comprobar como en el amplio escaparate de su bien saneado negocio, estaba expuesta la furgoneta limpia y reluciente, con todas las apariencias a primera vista de ser una prenda de primera mano. Sin embargo, si fuésemos capaces de leer el destino, hubiésemos observado como los faros de la hermosa furgoneta, nos parecerían ojos vivos, que nos miraban guasonamente, como si de ante mano, ya se estuvieran mofando de nuestras nobles pero ilusas pretensiones, y a fe mía que nos consideraban una xunta (yunta) de fatones (bobos) que muy pronto iban a caer en las sutiles redes de el gitano de su dueño, que era el timador más despiadado, hábil y deshumanizado, de los muchos que protegidos por la ley, comían el escaso pan del pobre en la ciudad de Oviedo. —Tras mirar un buen rato nuestro xumentu de fierru (burro de hierro) pareciéndonos cuanto más lo reparábamos más hermoso y deseable, decidimos hacer entrada al establecimiento, ya con el firme propósito de hacer nuestra aquella furgoneta, que con la necesidad que nos embargaba nos había por completo sorbido el seso. —Nada más que pusimos los pies dentro de aquella industria del timo y el atropello, presentose ante nosotros sin mediar tiempo, igual que si esperándonos estuviera, un hombre de aspecto muy agradable, que llevaba plasmado en su rostro el maravilloso don de no saber hacerle mal a nadie, por lo que a mi primera impresión yo pude apreciarle, y mirándonos con sus ojillos vivarachos, que al mismo tiempo parecían del todo inocentes, brindándonos una amplia sonrisa, que se extendía de oreja a oreja, y estaba amurallada de una dentadura tan perfecta y amarfilada, que me hizo asegurar que aquel sujeto, no tenía suyo ni un sólo diente. Digo yo que a la par que así nos saludaba, se frotaba sus finas y blancas manos con verdadera insistencia, y así con esta presentación tan capitalista, tan engañadora y confianzuda, nos preguntó con su voz exquisita y halagadora, que en nada desmerecía a sus modales: —¿En qué puedo servir a tan distinguidos señores? —Teresa que era la que llevaba la voz cantante porque era la que tenía el paperío (el dinero), ahpoyándose en el vehículo que le interesaba, díjole sonriéndose dentro de una gozosa alegría que no pasó desapercibida ante la escrutante mirada de aquel granuja de timador de los tiempos modernos: —¡Verá usted, queríamos comprar esta furgonetina, si es verdad todo lo que de ella cuenta usted en el periódico! —¡Sí, verdad es todo cuanto he dicho en el anuncio, no tengan ustedes miedo ni temor alguno al engaño, porque esta mi casa se especializa en haber sido siempre muy formal y seria! —Yo que para nada me entrometí mientras que ellos hablaban, por no cortar a la Teresa que es mujer de larga parpayuéla (muy habladora), a la par que muy enfadadiza y voluble si se le corta la palabra, y como ella era la que relativamente iba a satisfacer la entrada y hacerse responsable de la compra, pues tan sólo me limité a observarles mientras que ellos hacían el trato, y después que terminaron de ponerse de acuerdo en todo, no haciéndome ningún aprecio a mí el vendedor, y creo que hasta me había considerado según mis propias apreciaciones, hombre tranquilo y de mermados arreos, pues como cuento, después de haber cerrado el trato, el Vulcano otra vez envuelto por aquella facilona sonrisa, que en él debía de ser una de sus armas más eficientes, preguntó a la par que se frotaba sus manos lleno de un dichoso contentamiento, que le llenaba de gozo, y no tanto por el dinero que en su trato había ganado, sino por la satisfacción que deduzco sentía, cuando timaba a las gentes con su hábil y exquisita maestría: —¿Bueno... y ahora... quién es el que va a revisar esta maravilla? —¡Quiero decir...! ¿quién va a conducirla? —Yo l’acaidonaréi (conduciré), le contesté a aquel individuo del que ya no me gustaba tanto ni su presencia ni nada que de él emanase, y seguido le pregunté ya siempre dentro de la desconfianza: —¡Y ahora dígame usted! ¿Es verdad que este vehículo se encuentra en buenas condiciones? —Tenga presente y compréndame usted, que esta señora lo precisa para tratar en frutas, y no le vaya a suceder, que si desea llegar con ella dónde se propone, tenga que comprar un burro para que remolque a los dos caballos de hierro, que hacen xuntura (yunta) en la furgoneta, y que por encontrarse quemados de tanto trotar, no les quede fuerza nada más que para hacer la carrera de prueba. —Pierda usted todo cuidado, y no haga con sus ingeniosas bromas menosprecio de mis honrados intereses, que no vivo yo a cuenta de engañar a mis queridos y siempre respetados clientes. Manifestó Vulcano poniéndose muy serio, pero sin apearse en ningún momento de su sonrisa, que por ser tan permanente se hondeaba en la sospecha de ser equivocadora y seguido apuntalóse en hacer su propia propaganda de la siguiente manera: —Mire, no olvide nunca, me dijo Vulcano poniéndome cariñosamente una mano encima de mi hombro, que la Casa de Vulcano, es tan honrada como la misma Audiencia, dónde se reparte la ley castigando y persiguiendo toda trampa e injusticia, por eso yo efectúo mi trabajo, bajo la respetuosa sombra de la justicia. —¿Acaso ha pensado usted que yo soy un gitano? —¡No querido amigo, si en esa desconfianza su imaginación trabaja, siento asegurarle que se encuentra usted muy equivocado, pues todos en esta ciudad me conocen, y saben que soy un honrado industrial respetado y querido, tanto por los rectos servidores de la ley, como por todos los demás que estamos obligados a no burlarnos del eficiente sistema de la justicia, que hace que todo ciudadano se sienta protegido, tanto su integridad física, como los intereses que honradamente le pertenezcan! —Y ya por última vez les aseguro que este vehículo se encuentra en perfecto funcionamiento, y hasta puedo permitirme el lujo de decirles, que pueden viajar con esta estupenda furgoneta, sin la más mínima preocupación, y sin el menor problema posible, no sólo al más apartado rincón de Asturıas, sino hasta la alejada Barcelona, sin que este motorín, deje de funcionar ni un momento, ni se empapice (ahogue) ni una sola vez. Aseguraba Vulcano, centrándose en una encendida adulación hacía su “jumento de hierro", que tal parecía que le estuviese jurando al General Franco, que era él, el más horado y disciplinado comerciante, de toda la nación española. —Yo que ya había comprendido que aquel tipejo era una asquerosa rata que no había veneno que la matase, le dije que estaba muy bien todo cuanto había dicho, y después le pregunté, que si podíamos ir a dar una vuelta con la furgoneta, para asegurarnos, que efectivamente era el vehículo la maravilla que con tanto ardor y fuerza él nos había pintado. —¡No, hoy no puede ser! Aseguró Vulcano, y seguidamente dijo, que antes era menester de asegurarla, y abonar la entrada en el Seguro de la Patria Hispana, entidad que con buen acierto, según él, pastoreaba su negocio. —¡Así qué ahora mismo, vamos a ir la señora y yo hasta dicha agencia, para poner en orden dicho asunto, y pasado mañana ya pueden ustedes circular con el vehículo por dónde les venga en gana! “CUNDU LA TAREXA SE MEXOU DE MIEU” “CUANDO LA TERESA SE MEÓ DE MIEDO” —El sábado por la mañana que era el día señalado para recoger nuestra furgoneta, llegamos la Teresa y yo hasta los reinos de Vulcano con el ánimo plagado de alegría y embargados por una ilusión gozosa, pues íbamos a ser dueños de un vehículo, que nos permitiría sin ningún genero de dudas, llegar hasta los mercados más apartados de la Tierrina, y mejorar en el oficio de xabarceirus nuestra situación harto oprimida, tantas cuentas habíamos ya barajado y todas ellas navegantes en alegrosas ganancias, que creído nos teníamos que íbamos a ganar el oro y el moro, que incautos éramos que no nos detuvimos ni por un sólo momento en el pensar, que el que hace las cuentas adelantadas sin tener dineros para cubrirlas, por fuerza que tiene que hacerlas un par de veces, siendo la última la más válida. —Digo yo que cuando llegamos al escaparate dónde se lucía nuestra furgoneta, ya estaba al lado de ella el Vulcano, y tal a mí me pareció, que cuidaba a ésta con tanto mimo, como si fuese industriada en la herrería del mitológico dios que lleva su nombre. —Y a la par que nos saludaba con la misma sonrisa y frotamiento de manos que en anterior ocasión nos había dedicado, con su bien timbrada voz nos dijo, ocultando una guasa que no se me paso desapercibida: —¡Ya les estaba esperando señores, pues yo se muy bien por la larga experiencia que poseo en estos menesteres, que iban a ser ustedes muy puntuales, como corresponde a todas las gentes que arden dentro de los agradables deseos de hincarle el diente, a lo que de antemano han saboreado como manjar sabroso! —¡Así que aquí tienen ustedes la documentación y todos los requisitos necesarios para poder circular con la furgoneta sin que nadie les moleste. Y ahora sólo me queda desearles buena suerte, tanto en los viajes que emprendan, como en los negocios que puedan hacer, que en estos está precisamente el valer de las gentes! —Hicimos muy satisfechos y animados acomodo la Teresa y yo dentro de los dos caballos de hierro, dejando al que resultaría ser un astuto gitano, frotándose sus manos, y sonriéndose tanto para afuera como para sus podridos y asquerosos adentros, festejándose dentro del timo que terminara de hacernos. —Empezó la furgoneta a rodar dirigida por mí que no cabía en mi gozo de contento, por las calles de Oviedo abajo, con ánimo de alcanzar la carretera general y ensenderarme en la ruta de Gijón o Avilés, dónde pensado tenía probar aquella máquina, vendida por el que resultaría se el mas fino gitano, que timaba sin conciencia a las pobres gentes, sin encontrar jamás a un juez, que hiciera con él el escarmiento que años atrás había hecho Juan Antonio el falangista con Pascualín el de los enredos. —Teresa que iba sentada a mi lado, recostada cómodamente en aquel asiento, que tenía más pringue que la solapa de un mendigo a la salida de un frío invierno, me dijo endiosada de alegría por sentirse dueña de aquel maravilloso ingenio: —¡Este Vulcano tiene cara y presencia de ser una buena persona, de ser un hombre bondadoso y bueno, a par que sabe lucirse con su cautivadora sonrisa, en el agradable lugar de la educosa simpatía, la verdad que a una le presta en grande tratar con señores tan serviciales y educados. Hay que ver la finura y delicadeza que este buen señor conmigo se gastó, me trato lo mismo que si fuese una gran señora, no me cave duda que todo en él se dibuja como un caballero respetable y encantador, tan bien parecido, tan elegante, tan guapo, tan... En aquellos momentos unos empapizamientos harto sospechosos en el motor de nuestros dos caballos hízole a la Teresa hacer un descanso en el continuar ensalzando los engañosos enseñares de su hábil timador, y en la sazón que su alborozada alegría íbasele marchitando por el ya continuo pedorreo que alumbraba sin interrupción el motor, preguntóme muy apuradamente, haciendo aposiento en el lar de la nerviosa y asustadiza preocupación: —¿Per quéi demontres s’afuega la miou forgonetina que tantu se queixa Xuliu? —(¿Porqué demonios se ahoga mi furgoneta que tanto ruge Julio?). —Yo que ya sin ninguna duda empezaba a olerme el fino timo, que el cobarde y sucio Vulcano hubiera ordeñado en nuestro enflaquecido bolsillo, contestele arrugando el ceño, poniendo un gesto rabioso y despreciativo, buscando en mi imaginación con prisa, la forma de centrar en ley, aquel moderno y educado gitano de los jumentos de hierro de nuestro tiempo: —Me parece Teresa, que dentro de breves momentos, vas a ver dentro de tu cerebro, a ese encantador, respetable y guapo Vulcano, que no hace ni un minuto no tenías tu boca para aponderarle, te aseguro que le vas a ver del mismo despreciable color del diablo, y esto es así, porque esta furgoneta comienza a quejarse de una de sus muchas mortales heridas, que será con seguridad la más pronunciada de cuantas tiene. —¿Qué es lo que pretendes decirme Xuliu? Preguntó de nuevo Teresa ya ausente de toda alegría, empezando a subir la primera escalera del miedo del desespero. —La verdad Teresa, es que viajamos ajinetados encima de un montón de chatarra, por esta razón he de ir con buena cuenta hasta que de hecho me dé por sabido, qu’acaidono (que dirijo) una maquina, que ha puesto en mis manos ese desalmado de timador de Vulcano, que está predestinada sin ningún género de dudas, hacer en cualquier momento descalabros con las vidas de la inocente gente, que a cada paso cruzamos. —Ya nos hallábamos en las afueras de Oviedo, y comenzábamos a bajar una pequeña cuesta que existe a la entrada de la Corredoria, cuando un bache de los muchos que alumbrábanse por aquel entonces en la carretera, hizo que la dolorida furgoneta se bandaleara ostensiblemente, y en tal baile, abriéronse con verdadero estruendo ambas puertas, despedazándose los cristales y estropeándose en mala manera parejas portezuelas, con tal atronador ruido, que la buena Teresa encogiéndose en el asqueroso asiento, cosida por un miedo que le hizo mearse, dijo temblándole su voz que era dominada por su espantoso miedo: —¡Frena, frena en el instante Xuliu, por todos los demonios del infierno xuntus (juntos), consigue de una vez que se detenga esta asesinadora chocolatera, que bien me parece que intenciones le sobran de hacer mudanza con nuestras vidas, fayéndunus esfuechiquéus na peyeya! (haciéndonos desolladuras en el pellejo). —Hice con toda la rapidez que pude, que se detuviera aquella furgoneta tan destartalada, y al pretender asegurarla mejor con las miras de apearnos para presenciar los primeros destrozos que se rellumbraben (relucían) en aquella infernal máquina, así el freno de mano y tiré de él para colocarle en su lugar de frenada, pero no respondió a su obligación, pues rompiéndose, quedeme con la manilla entre las manos, pensando ya con toda la razón del mundo, que aquella máquina era la causante de un timo que no tenía perdón, y también poseía hechura de ser un perfecto sabotaje. —Teresa que ya se había apeado de la furgoneta movida por la rapidez que injerta el miedo, hallábase en la cuneta de la carretera hilvanada por un ataque de nervios, con sus manos puestas encima de la cabeza, centrada en el más airado desespero, envuelta en un mar de lágrimas miraba para su vehículo desilusionada y atormentada, no dando crédito a lo que presenciaba, que era a todas luces la ruina más grande que en toda su existencia le había caído encima, pero cuando me vio con aquel fino hierro en forma de manilla en mi mano, me preguntó al tenor que buscaba en su boleo un pañuelo para enxugarse (enjuagarse) las lágrimas: —¿Qué diantres de fierru ye ísi Xuliu? —(¿Qué demonios de hierro es ése Julio?). —Yo que reparaba con verdadera lástima a la Teresa, al mismo tiempo que se me escapaba la risa, y el caso no era para menos, le respondí mirando para la manilla a la par que movía la cabeza para los lados con síntomas de verdadero desprecio y asco, hacia aquel gitano timador de Vulcano: —¡Poca cosa Teresa, sólo un defecto más de los muchos que tiene este jumento de hierro que te vendió tu encantador Vulcano! ¡Vaya una rata de cábila que está hecho tu simpático timador! ¡Y ahora deja ya de chorar (llorar), y no le reclames al Cielo un favor que no ha de enviarte, y búscame con rapidez un par de cuetus (piedras), para forrar las ruedas de esta endemoniada chocolatera, con la que el tú fino señor Vulcano, por mediación de mis inocentes manos, pretendía industriar un achuquinamientu (asesinato) entre las tranquilas gentes de la ciudad de Oviedo! —Teresa atenazada por una incontrolable rabia que le raguñaba (arañaba) sus doloridas entrañas, dijo a modo de juramento clavando sus brazos palabras en el firmamento: ¡No me nomes más isi rapiegu con focicu de llabascu, non me lu nomes más, si ye que apreciesme dalgu, ya permita el Faedor que tou lu puéi y'escosá couxa fae, que lu fienda una centecha pente les pates en dos Vulcanus! —(¡No me nombres más a ese zorro con hocico de marrano, no me lo nombres más, si es que me aprecias algo, y permita el Hacedor, que todo lo puede y muy poca cosa hace, que lo parta una centella por entre sus piernas en dos Vulcanos!). —¡Nunca pensé yo que pudiese vivir en este mundo un ladrón tan desalmado y tan grande, que hace su riqueza y bienestar engañando a pobres viudas tan desventuradas como yo, que no tengo más riqueza que el Cielo sobre la cabeza y la insegura tierra bajo mis pies, y para encima de no tener nada, todavía me acompaña la triste desgracia de tener que pagar a Pilar la del Comercio las quince mil pesetas que me prestó para dar la entrada de esta endiablada furgoneta. Poco he de pedir y menos Justicia ha de haber, si a este zorrastrón, si no me devuelve los mis cuartos, no le busco una buena corripa (celda) en la cárcel. Y no sólo por el cobarde ladronizo que me hizo, sino por el pretender arrancarme la vida, y dejar a los mious protetayus fiyinus (mis pobrecitos hijos), sin el menguado pan que puedo proporcionarles y el grande cariño que por ellos siento! —No te alumbres por más tiempo en el lar del sufrimiento Teresa, pues más bien debías de ofrecerle gracias al cielo, porque permitió que nadie saliese con heridas de este descalabro. Y ahora si haces caso de lo que yo te aconseje, va tener que abonarte este despreciable de timador gitano, el dinero que le has entregado, y que se haga cargo de la furgoneta, y sino que la arregle con la decencia que encierra el caso. —Esto le decía yo a la Teresa, a la vez que valiéndome del cinto que sostenía mis pantalones, y de un precioso lazo de terciopelo que la Teresa llevaba anudado a su largo cabello, ataba entrambas portezuelas para poder salir del paso, y cuando mañosamente lo logré, díjele a la Teresa que aún seguía tan desconsolada, y lucíase aún más rabiosa que cuando nos sobrevino el accidente: —¡Güenu Teresa, deixa ya de mexaretar tal corrompináu de chárimes que v’escosásete la fuercia pel furacu lus güeyus (bueno Teresa, déjate ya de mear tantas lágrimas, que se te va a escapar la fuerza por el agujero de tus ojos), y súbete a la furgoneta que nos vamos a ir hasta Noreña a visitar el garaje de un conocido mío, para que revise a conciencia este endemoniado ingenio, y nos diga de una vez, las hendiduras que tiene ocultas esta chocolatera que nos ha vendido el timador de Vulcano. —Teresa que en esto ya se había serenado un poco, aunque todavía alumbrara algunas rebeldes lágrimas, dijo dentro de su maurera de miéu (madurera de miedo): —¡No me ofendas, no lo hagas por el amor que le tengo a la santina de Covadonga, no me tientes por el mismo hacedor que debe de estar riéndose de mi allá en su Cielo, no me empujes para que haga lo que no deseo Xuliu. Pues no me sentare dentro de esa infernal máquina de asesinar gente, ni por todo el oro que tiene el Banco de España almacenado en forma de relucientes y apetitosas barras, y mira que es abundante lo que el otro día nos enseñaron por la Televisión sus manejadores. Vete tu sólo si deseas morir donde te plazca, ya que nada más que tu pobre vida tienes que perder, pero yo tengo tres hijos inocentes y pequeninus, que cuélgame con grande fuerza de las entretelas de mis sentidos, no quiero morirme y dejarlos desamparadinos, a merced de este endemoniado mundo, que cada día me parece que tiene menos verdad y menos justicia, que cada día me parece que el pobre dentro de él, si suprimimos las calamidades y las sufriencias, tiene muy poco que hacer. ¿Qué sería de los tres pedacinos de mi corazón, si se quedaran si su madre, en la triste edad que los probitinus aun no saben de dónde comen? (EL GARAXISTA) "EL GARAJISTA" —Por muchos razonamientos que sostuve con Teresa para convencerla con el fin de que me acompañase, no llegué a persuadirla ni en lo más mínimo, pues todas mis razones nada valían, para vencer el miedo que en aquellos desventurados momentos la dominaba, y no consiguiendo ni de una forma ni otra que subiese a la furgoneta, encaminome yo sólo hacía Noreña, al cansino paso de los viejos jumentos de los antiguos gitanos, conduciendo aquel destartalado ingenio, que era en verdad un innegable peligro público. —Llegué a la postre a mi destino, y contéle sin demora cuanto me había sucedido al garajista por mí conocido. Este esperó unos momentos para que se desfatigase el cansado ahogado motor, después volviéndole a poner en marcha, escuchole atentamente el trote quejumbroso que alumbraba, y seguido dio comienzo con seguro tiento a desmontarle algunas de sus piezas, y cuando le encontró las variadas enfermedades que tenía, dijo envuelto su rostro en una sonrisa que podía tener todos los significados: —Desde luego amigo mío, no sé como has sido capaz de llegar desde Oviedo hasta aquí con esta chocolatera, suerte has tenido de no partirte la sesera por el camino. ¡Tuvo que quedarle la conciencia “si es que la tiene” a ese gitano de Vulcano harto desajustada, porque hay que tener muy poco amor hacía el prójimo, y ser un timador sin la menor entraña, para vender un coche en las condiciones que se encuentra éste. Ahora que tratándose de Vulcano no me extraña en absoluto, ya que todo el mundo sabe en Oviedo la clase de elemento que está hecho! —Ten presente, y esto que te voy a contar ya lo he discutido muchas veces con otras personas, que algunas de las desgracias que suceden en las carreteras es por culpa de estos timadores gitanos de los jumentos de hierro, que venden coches usados, que son verdaderos cacharros que ni para el desguace sirven, y lo peor de todo, es que saben hacer de la ley un pandero, y enriquecerse a cuenta de las inocentes gentes, que no comprenden en el peligro que se divierten cuando compran un vehículo usado, pero todo esto ten por seguro que algún día ha de terminarse, cuando algún juez con buen ingenio, colóqueles un anillo que encarcele ya para siempre sus astutos timos, con una nueva ley para tal menester, que todavía nadie ha creado. —Bien dices amigo mío, pues todo este ladronizo y peligro público que tenemos todos de perder en cualquier momento la pelleja en la carretera, por la causa de estos desalmados gitanos de los jumentos de hierro, silenciárase d’afechu si la ley les castigara y persiguiera con más entusiasmo. —Recuerdo que cuando yo era pequeño la ley perseguía y castigaba a los gitanos que en aquella difícil época había sin tener la más mínima consideración con ellos. Y todo era, porque aquellos gitanucos de los tiempos d’endenantes (de antes), eran pobres de toda riqueza y ciegos de toda cultura, pues aquellos desarropadinos y desventurados gitanos, por muy listos que se alumbrasen, no podían hacer grandes cosas, y por eso vivían tirados por los caminos, despreciados por las gentes y perseguidos en todo instante por una ley que no les dejaba de su mano ni a sol ni a sombra, arrastrando cansina y resignadamente sus estómagos cosidos por el hambre, enseñando un color cadavérico en sus huesudos rostros, por el que uno imaginaba a la negra hambre a la que estaban condenados siempre, luciendo sus vestiduras con tantos y dispares remiendos, que uno no lograba adivinar, cual de ellos pertenecía a la prenda original. —No podían crecer aquellos auténticos gitanos que yo he conocido nada más que en asustadizas carreras y crecidas barrigadas de frío y hambre, y algunas veces solían entrar en calor, cuando les aplicaban una supliciada albarda de vergajazos, que las autoridades les regalaban encima de sus enflaquecidos cuerpos, todo porque a lo mejor un aldeano que muy fácil fuese el mismo ladrón, daba cuenta de ellos, a las autoridades al notar que les faltaba alguna gallina, que muy fácil pudiera habérsela merendado el raposo, o ser equivocados en el trato de un jumento de los naturales, no como estos endemoniados ingenios de fierru (hierro), siendo tan entendido en estas bestias el aldeano como el gitano, y aquí si que no valía engaño, porque cada cual iba a su propia conveniencia, porque cuando un aldeano le cambiaba un burro a un gitano, es que su pollino alguna tara tenía, por esto, no he conocido nunca a un gitano que cambiase su burro con el aldeano pelo a pelo, sino que siempre le pedía encima algo, ya que estas gentes agudas y listas sabían, que la única ganancia que conseguían por lo regular en sus tratos, eran los pocos o muchos dineros que pudieran arrancarle al aldeano encima del cambio. —Poco mal podían hacer aquellas pobres y desgraciadas gentes dignas de toda compasión y lástima, y mermado mal sembraban entre las comunidades que visitaban, porque en todo tiempo vivían cultivando la más denigrante de las miserias, que por ellas se deducía el escaso timo que industriaban, pero a pesar de todo, nadie los dejaba nunca fuera de una celosa vigilancia, de lo que se saca en consecuencia que la ley en aquella difícil época estaba mucho más adelantada que hoy en día, por donde uno comprende que en nuestro país, todo ha progresado grandemente menos la asiste de la Soberana Justicia, que para castigar al pobre siempre sí está en vanguardia, pero para favorecerle siempre se encuentra de veraneo en la retaguardia del capitalista. —Y sino la prueba está bien a la vista, ya que los temidos gitanos de nuestro tiempo, no son otra cosa nada más que astutos y deshumanizados payos, que ya no llevan marcado en su rostro el ceniciento color del que navega con el hambre, sino que se pasean bien hartos y cuidados, envanecidos por su boyante posición, tanto en lo social como en lo económico, ya que gran parte de ellos, precisamente los más principales, son poseedores de una buena carrera que al final les otorgó el título con el cual se avalan en el asqueroso oficio de la explotación y el timo, que faenan a diario entre las humildes y trabajadoras gentes, bien como dirigentes de empresa, engañosos servidores de la Justicia, etc., y también estos timadores gitanos de última categoría, cuyo único representante por mí conocido es el guripa de Vulcano que ya empieza a traerme de cabeza. Pero yo te aseguro Marcelino, que si la Teresa me hace caso de lo que yo tengo barajado en mi mente, no se ha de escapar este raposo de Vulcano haciendo risa y guasa despreciativa de los honrados intereses que les roba a las personas decentes, pues en este presente acaecer se topó con un cliente, que le va hacer coscas (cosquillas) en el lugar donde no ha de nacerle la risa. —Y ahora... dime Marcelino, tu que eres un hábil veterinario en la cura y compostura de estas caballerías de hierro. ¿Cuánto puede costar arreglar esta furgoneta para que quede decentemente? —Quedose el bueno del garajista mirando unos instantes en el más completo silencio hacía el cielo, haciendo con aproximación las cuentas en su cerebro, y después dijo muy serio clavando sus inteligentes ojos encima del jumento de hierro: —Te ha de costar alrededor de unas ocho mil pesetas, tal vez sea algo más, eso depende si al desmontarla aparecen otras averías que ahora no agüeyu (no veo). Pero no pienses ni en broma que el Vulcano va hacerse cargo de esta arregladura, pues yo se que él, sabrá lavarse sus manos no queriendo pagar ni un céntimo, y es inútil que le lleves a los tribunales, ya que él es un gitano listo, que tiene buenos abogados y harán de la ley su propio juego, y estoy por apostarte que es muy capaz de timar al mismo juez en la sesión del juicio, si tiene modo de venderle uno de sus endemoniados ingenios. —Por lo que observo Marcelino, tanto tú como yo mismo coincidimos en, que la ley en nuestra Patria está al servicio del dinero, que es tanto como decir, que el que no tiene un cuarto no debe de meterse en líos por muy honrados que le parezcan, porque no ha de sacar de ellos nada más que disgustos por bien parado que salga, en fin, ya veremos haber lo que resulta de todo esto, yo ahora me voy para Oviedo, y tu no arregles este cacharro hasta que la Teresa no sostenga una conversación con el raposo del Vulcano, pues a lo mejor, este habilidoso gitano no es tan mentecato como lo hemos pintado, y puede que se compongan las cosas sin necesidad de ningún otro teatro. El garajista sonriéndose ladinamente a la vez que de mí se despedía me dijo: —¡Si tales esperanzas hacen aposento en tu imaginación, no sé lo que en verdad has aprendido tú en el mundo, tanto como por él zapatillaste, pero bueno es que sigas creyendo en la bondad de las gentes aunque tan sólo sea por breves instantes! —¡No creo yo en nada ni en nadie Marcelino, a no ser en el plato de cocido cuando tengo hambre, pero hácete buena falta a ti saber, que existe un sistema que todo el mundo receta cuando le conviene. Así por ejemplo, sabemos que Vulcano es un timador inteligente y práctico en el asunto de saber defender sus enredos e intereses, por esto se dará cuenta en el instante, de la peligrosa timadura que industrió, por tal razón procurará que no se airee su sucio negocio, para que las futuras víctimas no huyan a causa del mal olor que emana de la ladroniza industria que maneja. Por esto, muy fácil creo yo que se avenga a razones! —¡Puede que tengas razón, amigo Julio, pero yo no entraré a creer tal cosa, hasta que no lo vea con mis propios ojos! “TERESA Y VULCANO” —El lunes bien de mañana se hizo en el camino de Oviedo la envilecida Teresa, portando en su cerebro los asesoramientos que yo le había prodigado, mucho me hubiese gustado a mí entendérmelas con aquel desalmado granuja, pero como yo no había tenido tratos con él, sólo podía hacer aconsejar a la Teresa en lo que mejor pudiese. Digo que iba ésta alumbrando en sus sentidos rabiosa inquina hacía el Vulcano, pero no era la Teresa tan aunque valiente y decidida engarradietchóusa como la Manola de mi aldea, pues si así fuese, hubiese logrado más provecho que usando la política, que al fin de cuentas ésta de poco sirve cuando con ella menester es por entrambas partes defender los intereses. Llegó al fin la Teresa a la casa del Vulcano, tan dolida y gafa en su desgracia que debatíase con apremiante desatino en el atajo de prepararle un sonado escándalo, si no conseguía lo que ella consideraba justo y honrado. El caso fue que nada más que sus enrojecidos ojos encarnispados por la ira que la desacompasaba retrataron al causante de su desgracia, díjole encasquillándosele la lengua por la rabia que la dominaba: —¡Vengo a darle las gracias estafador de los infiernos por la furgoneta que me ha vendido, que tal de endemoniada se encontraba, que por eso me brindó la mayor cosecha de miedo que he tenido en toda mi existencia. Porque me he visto por unos instantes ajinetada encima de una satánica máquina, que parecíame había sido fabricada por todos los diablos del infierno juntos con el firme propósito de servirle a usted, para que por su mediación me robase mis dineros y me quitase la vida. Hay que ver la poca vergüenza que usted tiene, y la nada consideración que siente hacía las personas, para venderme un vehículo portador de la muerte, y quedarse usted tan tranquilo, como si de malo no hubiera hecho nada. —Vulcano, sin deshacer de sus labios la hipócrita sonrisa que le caracterizaba, díjole tranquilizadora y prometedoramente a la Teresa: —¡Bueno señora, no se me enfade, y céntreseme en el respeto, ya que en este civilizado lugar se consigue conmigo la razón que según me parece es lo que usted anda buscando. Y ahora cuénteme con entera tranquilidad todo cuanto le ha sucedido, que yo por adelantado le prometo arreglarle su vehículo sin cobrarle ningún dinero! —Estas palabras bien dichas y a tiempo por el ingenioso Vulcano, entrelazadas con teatrales gestos de compasión y condolencia, que con postura de consumado actor plasmaba en su rostro y movimientos aquel timador de gitano, pues como cuento, con todo este ratonil teatro logró que los encendidos ánimos de Teresa, abandonaran el envilecido aposento dónde moraban, e hicieran andadura más alegrados por el camino de la contentura, que no era otro que el haber conseguido lo que en justicia le pertenecía. Así pues ya más aplacada la encendida voz de Teresa, en el lleldar que hacía asomo en su boca una alentadora sonrisa, le dijo en el comienzo de estar de nuevo tranquila: —Tiene que perdonarme por haberle ofendido con mis insultante palabras señor Vulcano, pues yo quiero que comprenda que si usted se hallara en mi lugar, muy fácil se desarrendara como yo en tamaño desatino. Y seguidamente le explicó al Vulcano que no podía remediar que la risa aflorara con verdadera alegría, el corto y accidentado viaje que habían hecho con la furgoneta. Y al concluir la Teresa de relatarle su odisea, respondiole el Vulcano con una amabilidad,que tal parecía que alumbrábase en ser cierta: —Créame señora si le digo, que no hay sitio en mi conciencia para poder hacerle el más pequeño daño a nadie, y con toda sinceridad le prometo, que este doloroso descalabro que quizás por un error mío usted ha sufrido, yo haré que con prontitud se mude al sitio que para ambos mejor convenga. Y ahora mismo ordenaré a mis mecánicos, que sin ninguna demora vayan a recoger su vehículo a Noreña, para que le revisen y arreglen en mi garaje, que sin lugar a dudas ha de quedar mejor compuesto, y acomodárseme en un precio más justo, que si lo arreglasen en otro lugar, ya que yo no me fiaría de ningún otro garajista, supuesto que son todos tan careros como chapuceros. —Y ya no más tristezas ni penas señora, pues ninguno de estos dos sentimientos nace feliz al entendimiento, así que destierre sin demora el mal que en su espíritu se enreda, ya que muy pronto será atajado para convertirle en beneficio de su propio remedio. Y sitúese ya desde este preciso momento dentro de la placida pradera de la tranquilidad, considerando ya por adelantado solucionado a su agrado y conformidad este asunto que la atañe, y dentro de tres días puede venir a recoger su furgoneta, en la inteligencia de hallarla como si otra vez fuese hecha de nuevo. —En el día señalado por Vulcano, volví yo acompañando a Teresa a recoger su vehículo, y al lado de él como en anteriores ocasiones se encontraba Vulcano con la misma sonrisa de siempre pintada en su hocico, y frotándose sus manos como al parecer era su costumbre, dijo amablemente: —Ya tiene su vehículo compuesto señora, y muy bien ajustado que por cierto se encuentra ahora, ya que le canta su motorín, con parecido sonar al que tuvo cuando era nuevo. —Muchas gracias señor Vulcano, contestole con rapidez y alegría Teresa, lleldándose en satisfactoria dicha que retornaría a la rabia a los breves momentos. —¡No señora, no me dé usted las gracias pues para esto estamos, que no es otro menester que servir al cliente y dejarle satisfecho! —Pero ahora... y créame que lo siento con toda mi alma, tengo que comunicarle una noticia que no ha de serle en nada agradable, pero comprenda usted que por encima de todo los negocios son los negocios, y si yo no los cuido, aunque eso sí con toda honradez, creo que algún día terminaría pidiendo. —¡Dígame señor Vulcano! ¿Qué clase de contrariedad es la que me tiene que comunicar ahora? —Pregontó Teresa ya en las empinadas vías de perder de nuevo su alegría y tranquilidad, y floreciéndole en el mismo lleldar una apesadumbrada tristeza que le decía, que todo su gozo iba a ser de afechu desfechu (del todo deshecho). —Pues... verá usted señora, los mecánicos me han dicho (dio comienzo Vulcano a su charla pretendiendo muciye "ordeñarle" importancia a la cuestión), que toda la culpa de haberse estropeado la furgoneta, sólo la tiene el chofer que la conducía, que según ellos está muy deficiente en el oficio de conducir estos vehículos. Así que dentro de toda la pena que a mí me acompaña, y no crea usted que es pequeña, tengo que comunicarle que si desea llevar su vehículo, tiene que abonarme la mitad de su compostura, y si no le retira en toda esta semana del garaje, me veré obligado a cobrarle como demasía, el espacio que ocupa la furgoneta en el taller, ya que están los aparcamientos hoy día al precio que uno quiera cobrar por ellos. —Teresa tras escuchar las asquerosas e hipócritas palabras que le había sonrientemente dirigido Vulcano, comenzóle a crecer en sus entrañas la cosecha de la gafez, a parejándose en fuerza y desespero a la que ya padeciera el día que había viajado por primera vez en aquella furgoneta de todos los diablos, y conducida por este envenenador desatino, no me dejó a mí contradecirle al Vulcano la acusación que me había hecho, ya que cogiendo ella la palabra airada y medio enloquecida, hablole de la siguiente manera: —Me parece a mí condenado timador gitano de todos los infiernos, que no tiene usted de hombre, ni palabra, ni presencia, ni tampoco nada. Todo en su persona esta asquerosamente podrido, y en conjunto toda su valía como hombre, tiene menos valor para la decente Humanidad, que un repugnante pioyu (piojo), entre las uñas de una eficiente despioyadora (despiojadora). —¿Sabe usted acaso condenado ladrón y despreciable llimiagu (baboso), que destreza tiene mi chofer en este oficio para tratarle con tanto menosprecio? —¡Síii... por lo que me han dicho los mecánicos, no tiene ni idea, de lo que es manejar un vehículo! —¡Pues sepa usted asqueroso madrazas, y apestoso gusano de timador, que mi chofer, que es este muchacho que usted ve aquí, que no quiere dirigirle la palabra por no ensuciar su lengua al contacto con su mierdosa presencia, aparte de ser un conductor que en nada puede envidiar al mimísimo Fangio, es también un excelente mecánico, con ingenio suficiente de hacer que ruede un coche si preciso fuere tan sólo con la invisible fuerza que tiene el aire, y si le apuran un poco, hasta que vuele como los aviones! —¡Bueno señora, haga el favor de no ofenderme, sino quiere que llame a la autoridad para que le enseñen los modales necesarios que se necesitan para tratar con la gente. Y tenga también bien presente que yo no he ofendido a este muchacho en nada, lo que yo he dicho es que no sabe conducir como es debido un vehículo. Y no crea que me extraña, porque hoy en día, le dan el permiso de conducir a cualquiera que tenga la agudeza de entregarle solapadamente dos o tres mil pesetas al jefe de tráfico! —Y ahora ya para terminar, si no quiere pagar la compostura que se le hizo a su furgoneta, no la lleva usted de aquí bajo ningún concepto, y si cree que tiene algún derecho para formular alguna reclamación, encamínese al Seguro de la Patria Hispana, y entiéndase con ellos de la manera que mejor le cuadre, ya que esa aseguradora a mí ya me ha abonado todo el valor de la furgoneta, y a usted por si se le ha olvidado le digo, que tiene que abonar las letras de banco que ha firmado en blanco a ellos no a mí, así es que yo me lavo las manos en este asunto lo mismo que hizo el romano Pilatos en el Juicio que condenó a Cristo. —Teresa acunada por una enloquecedora rabia que la hacía temblar sacudida por los nervios emanantes de la ira, la rabia, el desprecio y el odio que sentía hacía aquel miserable, le decía mientras que yo procuraba de aquel lugar alejarla sabiendo que nada lograría resolverse: —¡Lo que tiene que lavar usted sin hacer demora es su conciencia que la tiene más negra que la boca de un sanguinario lobo, y tiene un olor más repugnante y asqueroso, que el que producen las podridas inmundicias de un apestoso estercolero. No sé como tiene valor para lucirse entre las gentes, siendo portador de ese nefastoso olor que en todo momento de usted se desprende, por el que todo el mundo puede comprender, la clase de cobardoso timador que se esconde en su enclenque cuerpo! "TERESA Y LA ASEGURADORA" —Es para mí un triste desconsuelo decir, que todo o casi todo en mi Patria lo relacionado con el comercio y otras industrias similares, es una grotesca trampa mal urdida, pero muy bien protegida por las leyes del país, que ya desde antiguo saben que todo se mueve por la fuerza de la riqueza y el poder, y entrambas cosas no están en el poder del pobre, por lo tanto este desventurado ser, por mucha razón que le acompañe siempre llevara las de perder, ¡ y sino que me lo pregunten a mí! —Así pues, que dejando la Teresa al timador de Vulcano haciendo risas y guasas de su desgracia, se dirigió con la prisa del alma que lleva caminaba el diablo, y en aquellos sus momentos tan endemoniada caminaba como el mismo satán, por mor de la condoliente desgracia que le acompañaba, al lugar donde tiene aposentadas las oficinas la Patria Hispana, y subió las escaleras de dos y sin dar ni tan siquiera cuenta, se encontró ante la presencia del señor notario, al que le explico muy desconsoladoramente el timo que en ella había realizado Vulcano, al venderle aquella furgoneta, que tenía más heridas por todas sus piezas, que el heroico Millan Astray, que fue el Fundador de la Legión Española, dónde si el Vulcano tuviese la valentía y el coraje, que por ser un despreciable cobarde le faltaba, digo que si este despreciable timador como legionario ingresase en ella, no viviría allí mucho tiempo, pues entre el “saco terrero”, y los vergajazos que los vigilantes del Pelotón de Castigo, le brindan a las gentes de su condición y calaña, terminarían con tal carroña humana en poco tiempo. —¡Hay de él si lo cogiese por su cuenta y riesgo el famoso sargento Molina, que en cierta ocasión a un legionario, por tan sólo robarle una camisa a un compañero, diole palos encima de sus costillas hasta que se le hundieron sus pecadores huesos, y después que sanó de tal descomunal paliza, colocóle encima de sus aún doloridas espaldas un saco terrero de cincuenta quilos amarrado con recias correas!, con un letrero que más o menos así decía: —¡Yo soy un ladrón, despreciadme todos por tener el oficio más asqueroso de toda la Humanidad! —Y con dos letrerinos como éste, uno en la espalda y otro en el pecho, tenía que caminar Vulcano por todas las calles de Oviedo, para que supieran toda la cuadrilla de compañeros de su calaña, que hay a fatáus (muchos) que vivían como marqueses y se las dan de personas decentes, el vergonzoso fin que tendrían si no dejaban de robar. —El tal notario que como se verá tenía las mismas nefastosas zunas de engañar a las gentes que su consorte de oficio el timador Vulcano, sonriéndose de las graciosas y muy atinadas ocurrencias de Teresa le dijo: —Tenga bien presente señora que nosotros nada tenemos que ver en este asunto, pues toda la culpa de cuanto le ha acontecido, sólo la tiene el señor Vulcano, así que si usted considera que efectivamente fue engañada como manifiesta, reclámele o denúnciele a él, y deje de molestarnos a nosotros, ya que en vez de importunarnos con esta historia sin ninguna importancia para esta sería aseguradora, mejor sintiera usted hacia nosotros un sincero y respetuoso agradecimiento que sin conocerla de nada, le hemos prestado a usted los dineros para que comprase a Vulcano ese vehículo que usted comenta, que a no ser por nuestra desinteresada y magnánima colaboración, no hubiese podido hacerlo, a no ser que se la pagase con dinero en mano. —Cuando Teresa sintió de labios del notario estas palabras le miró entre temerosa y asombrada y preguntole pensando que o había entendido mal, o desde luego se estaba volviendo loca y ya no razonaba: —¡Oígame señor! —¿Me ha dicho usted acaso que me han prestado ustedes a mí dineros sin yo saberlo? —¡Sí señora, eso mismo le he dicho, y no tiene usted de que asombrarse, ya que es una cosa común y muy corriente, nosotros simplemente le hemos abonado al señor Vulcano el valor de su furgoneta, haciendo uso de unas prestaciones modernas que dan a todo negocio un buen resultado! —Diose cuenta la Teresa por primera vez, del teje maneje nada claro que entre manos se traían el hábil timador Vulcano y la no menos honrada Aseguradora, por esto, haciendo un gran esfuerzo para remansar su alterado espíritu, le dijo al notario viviendo el mayor asombro que en toda su existencia conociera: —La verdad quisiera decir pero no sé como explicarla, porque no puedo precisar, dónde termina la mentira y comienza la verdad, porque si ésta existe, la pobre anda bien desgraciada, ya que esto que me está sucediendo a mí, que es verdad siendo mentira, paréceme a mí, que está muy fuera de toda Justicia, pero dentro de la ley que ustedes bien estudian, para robar sin el menor temor a todo pobre desgraciado. —¿Qué pretende decirme usted señora? —Preguntó el notario empezando hacer acopios de enfado. —Que si no me sucediera a mí misma, lo que con ustedes me está pasando, no creería que a nadie pudiérale acaecer tan endemoniado enredo aunque el mismo Padre Santo me jurase con la mano puesta encima de la Biblia que todo este desalmado engaño, era tan cierto como la propia Pasión del Nazareno, que el Pobre murió, para que otros listos como ustedes, hiciesen de su muerte un buen saneado negocio. —Porque tanto ustedes como éstos, tienen una forma de prestar tanto el dinero como la gloria del Cielo, que uno no se entera que la ha recibido, hasta que no le roban lo mucho o poco que posea el crédulo. —Bien comprendo ahora que hállome ahogada dentro del teatro de la discordia, y estoy enflaquecida de riquezas y seca de poderes, que el primer tejedor de la ley, fue en el mismo instante encaldador de la trampa, y en esta despreciable xaceda (cama), barajan ustedes como consumados timadores el mal que trenzada me ata. Por esto desde ahora mismo, jamás se me borrará de mi imaginación, que tanto ustedes como el zorramplón de Vulcano, son lobos de la misma camada, con diferente color, dibujadores de bien parecidos santos, pero con la misma conciencia del despreciable diablo. —Pero señora, de nuevo le vuelvo a repetir, que nada tenemos nosotros de ganancias en los tejes manejes que industria el señor Vulcano, y ahora si me quiere escuchar unos momentos, yo le explicaré con toda la claridad como funciona el honrado negocio de la Patria Hispana, para que ya de una vez y por todas, se quede convencida, y no perjudique a esta Aseguradora con su pregonar que somos tan estafadores como el señor Vulcano. Dijo el notario con seriedad y conciliadoramente. —No hace falta que desgañite su lengua en más araneras explicaciones, ya que los enredos que entrambos y dos se traen, el más fatón (tontón) de mi aldea los vería tan claros como yo los veo, si tuviese la desgracia de pasar por ellos lo mismo que yo los estoy viviendo. —Por lo que se ve, ustedes prestan dineros a quienes no saben que los han recibido, para que los timadores como el asqueroso raposo de Vulcano, hagan sus desalmados negocios y en sus ganancias tienen ustedes como compensación un rentable provecho. —Para mí el caso está tan claro, como que existe Dios y una Justicia que ninguna ley sirve con decencia, y que ustedes no respetan y tratan a la baqueta, porque no son otra cosa nada más que timadores gitanos de los tiempos modernos, que han aprendido muy bien en la universidad las leyes para después sin ninguna traba poder con satisfacción gananciosa burlarlas, aprovechándose de las enormes lagunas que en todas las leyes adolecen, dónde ustedes se refugian para efectuar los atropellos que a todas luces articuladas por la ley son legales. —El asunto es, de que Vulcano me aseguró que toda la culpa la tenían ustedes, y ustedes lavan sus sucias manos con el hipócrita de Vulcano, afirmándome que él es el único culpable, y entre dimes y diretes entrambos y dos me quieren cobrar la peseta a siete reales. Pero yo no estoy dispuesta a dejarme robar de mano de entre juntos estafadores, y por esta razón ahora mismo los voy a denunciar, haber si la ley es capaz de desenredar tanta trapecería y engaño como barajan ustedes encima de esta pobre trabajadora, que poco puede medrar si tiene que abrirse camino entre una bien organizada banda de inteligentes timadores, que ni temen a Dios ni a la ley, ni menos respetan los intereses ajenos. “TERESA Y LA POLICÍA" —Dejó Teresa al notario con su palabra bailándole en los labios y abandonó la oficina de la Patria Hispaña con tanto desprecio hacía sus representantes, como el que sentía hacía el timador Vulcano, y con este profundo y airado malestar que la embargaba, privándola de su sosiego que ya del todo nada de él quedaba, y animada siempre por su espíritu combativo, hizo su entrada en el aposento de la Policía, creyendo firmemente la pobre, que los guardias podían arreglarle en el momento aquel desaguisado que enloquecida la traía. —Dos agentes de la ley enfrascados se hallaban en la comisaría faenando por sus deberes cuando la Teresa hizo aparición ante ellos, con su rostro por completo desarmado en el descosido sufrimiento que la debatía, uno de los policías que se percató en el instante del apurante desespero que a la desventurada Teresa consumía, le dijo a la vez que se levantaba de su asiento, para rogarle gentilmente que ella se sentara, menester que no quiso hacer la Teresa porque manifestole al amable policía, que los nervios no la dejaban estarse queda, ya que entrelazábanse con tal fuerza enfurecida y desatinada en su sentimiento, que la ensenderaban en la enloquecedora postura que a todas luces enseñaba. —¡Está bien señora! Le dijo sonriéndola tranquilizadoramente el policía a la par que le rogaba, que se calmara, que se serenara, y que les contase lo que le sucedía, afirmándole que si en sus manos se encontraba el remedio, podía de antemano considerarlo satisfactoriamente resuelto. —Relató la Teresa por segunda vez en aquella trágica mañana el nefastoso timo que entre el Vulcano y la Aseguradora le habían hecho, que tal ladronizo la traían centrada, en el espineroso sufrir y parejo desarreglo. —El agente que habíala escuchado sin hacerle la más leve interrupción a su diálogo, y ayudándola con sus gestos de protección y confianza para que mejor se despachase en sus acusadores decires, cuando la Teresa terminó de contarles su desgracia, y ya teniendo creído que la policía iba a componerles las torcidas cuentas que industriaran encima de su humilde persona aquellos desalmados timadores modernos, desmoronósele en sentida desilusión tan cándida aspiración, cuando le dijo el agente compadeciéndola: —Siento mucho señora el no poder ayudarla en esta clara injusticia que estos señores le han hecho, y yo creo que de todo este sucio negocio que le han hecho, no ha de sacar usted en su provecho nada. Mi consejo es, que debe de abonarle al señor Vulcano la mitad de la arregladura del vehículo que le reclama, y no olvide nunca, y esto se lo digo yo por la mucha experiencia que en tales asuntos tengo, que todos los ricos se dan la mano, al igual que hacen todos los ladrones, ya que ellos no ignoran, que si uno de ellos se hunde, corren el peligro de ahogarse los demás por eso se protegen mutuamente, y como ellos son los que pagan y los que mandan, pues al pobre no le queda más recurso, que cerrar el pico y aguantar sin la menor protesta todo cuanto le echen. —Ahora bien, si usted no está conforme con hacer esto que le he aconsejado, entonces vaya usted a visitar a un abogado para que formule la consiguiente denuncia al juzgado, pero tenga presente, que si el juez estima que no existe tal timo, entre el juzgado y su abogado le han de cobrar más de lo que vale el vehículo, y hasta inclusive la pueden encarcelar por levantar un falso testimonio a tan respetables señores. —Teresa al escuchar estas palabras no podía a ciencia cierta pensar, que si todo aquello que le estaba sucediendo no era nada más que una endemoniada pesadilla de la cual en cualquier momento iba a despertar pudiendo recuperar en el instante su sosiego y tranquilidad, pero no, era bien cierto que estaba despierta, y que todo cuanto le estaba sucediendo era la triste, canallesca y sucia verdad que al pobre le brinda la vida, ahora se daba cuenta de que todo el entramado de la ley, no más era una vergonzosa y engañativa mentira, por esto, airada, descompuesta, envilecida y rabiosamente desatinada les dijo a los policias: —¡Díganme ustedes señores policías que misión es la que tienen que cumplir en esta mi Patria tan falta de Justicia! —¿Acaso están ustedes nada más que para perseguir y encarcelar a los pobres y desgraciadinos mineros cuando se ponen en huelga, por reclamar lo que Humanamente y en Justicia les pertenece, que no es otra cosa nada más que el fruto de su peligroso trabajo y harto enfermo, y que por hacer tal cosa ustedes les detienen, los encarcelan y les mayan (majan) a vergajazos sus cuerpos hasta arrancarles dentro de atroces sufrimientos, como hicieron una vez con mi difunto marido que a fuerza de llevar centenares de latigazos le sacaban el pellejo a tiras. Para también encarcelar a sus mujeres y cortarles el pelo al cero, como también hicieron con una vecina mía, que su pobre marido que era un santo del cielo, de resultas de una soberana paliza que le propinó la policía, dejó para siempre este podrido mundo al mismo tiempo que a su mujer cargadina de hijos la dejaba también viuda. No siendo su delito otro que haber trabajado desde su niñez en la mina, el haber querido reclamar el sudor que el patrono le robaba. ¿Ustedes que misión es la que tienen? ¡Acaso detener a los borrachos que se entarrascan (embriagan), y no porque sean beodos de profesión, sino que siendo obreros cobrando un miserable sueldo, se ven aburridos porque en sus hogares falta de todo, y entonces buscan en la bebida el olvido, porque saben que no pueden luchar contra un régimen que los oprime, con la poderosa fuerza que detrás de cada trabajador hay un policía! —Quizás hubiese seguido la enloquecida Teresa hablando largo tiempo por este camino, si uno de los policías enérgicamente no se le impusiera a la vez que amenazadoramente le decía: —¡Haga el favor señora de no dar a luz tantas insultantes tonterías, porque me parece a mi, que usted va a terminar muy mal, y tengo la impresión de que se va a quedar aquí, para ser encarcelada juzgada por ofender a la autoridad. Así que no despegue más su boca lárguese pronto antes de que me arrepienta! —No siguió hablando Teresa, no pudo seguir diciéndoles tantas cosas como ella sabía, tantas nefastosas cosas que en las cuencas mineras asturianas la policía había hecho, pero ahora lo que verdaderamente a ciencia cierta ya sabía, era que si el honrado y desventurado trabajador quería vivir con tranquilidad, debía de hacerlo siempre de rodillas. "LA TERESA Y LOS ABOGADOS" —Xebrose (marchose) la Teresa de la comisaría, y corriendo como una desesperada por las calles de Oviedo llegó hasta el Sindicato con intenciones de consultar su caso con un abogado que conocía que tenía ganada fama de ser un buen defensor del trabajador, y no un “tragón" como existen muchos en estas instituciones en otras muchas, ya que este letrado es un hombre recto (y también falangista), tan agudo e inteligente como lo fuera el propio Muñón de Diego, y por tercera vez, y comenzándole ya a enronquecérsele la voz, le relató el escabroso asunto que la traía desatinada. —El ilustre abogado del Sindicado escuchola sopesando todas sus palabras, y antes de responderle a la conclusión que había de aquel teatro sacado, le arrancó con profundidad un par de fumadas a su cigarro, y a la vez que lo estrujaba con rabia en el cenicero, dijo haciendo un marcado gesto de desprecio hacía los promotores de aquel despreciable y cobardoso timo: —¡Esto que le han hecho a usted es un timo asqueroso y despreciable, pero no se preocupe usted más, y deje ya de desesperarse, ya que toda la razón está de su parte, y a esos miserables no ha de quedarles más remedio, que componerle en condiciones las averías que tiene su furgoneta, o por lo contrario, deshacer la venta y entregarle el dinero que usted le dio como entrada! —No se puede imaginar don Pedro el bien que me hacen sus consolativas palabras, ya que he sufrido toda la mañana lo indecible en mi caminar de Herodes para Pilatos, y mis sentidos ya se me estaban avecinando con la pérdida de la razón. Y ahora pagándole lo que fuera menester, yo le ruego por la santina de Covadonga, que me ataña este asunto en el juzgado, para poder meter en el honrado riego a estos endiablados timadores. —Bien quisiera yo hacer lo que me está pidiendo, pero yo sólo puedo actuar en los menesteres que sean de tipo laboral, pero no se apene usted, porque la voy a enviar a un colega amigo mío, que sabe hilar muy derecho en estos asuntos, ya verá como le arregla esta cuestión con prontitud y a su agrado. —Más esperanzada por el motivo de las alentadoras palabras que le había dicho el abogado del Sindicato, hizo Teresa entrada en aquella su aciaga mañana en la casa del letrado a donde iba dirigida, y parecíale que su emprendedor valiente ánimo se encontraba en derechura de sosegarse, y su apagada alegría en hechura de florecer de nuevo, pues ya pensaba que su avisperoso negocio navegaba en las tranquilas aguas que le conducirían a ser resuelto en su favor. —Por esto, tras las consiguientes palabras de presentación que sostuvo con aquel nuevo abogado que visitaba, éste le mandó que se sentase, por primera vez en aquella su ajetreada mañana, acomodose en el mullido sillón la Teresa, medio rendida sofocada por la continua tensión en que había estado sometida, y el grande cansancio que sentía por tantas vueltas como había dado. Así pues empezó Teresa por cuarta vez en tan corto espacio, a poner en el oído del letrado, todo cuanto le aconteciera con el rapiegu de Vulcano, los foínus (garduños) de la Aseguradora, los llimiagus (babosos) de los policías, así como lo que hablara con el estupendo abogado del Sindicato. —No despegó su lengua aquel letrado en todo el tiempo que la Teresa invirtió en narrarle su caso, pero se observaba que hacía trabajar a su imaginación en el silencio, con las miras de encontrar en aquel entuerto el nudo dónde se encontraba atado el delito, y de cuando en cuando sacudía su cabeza y se sonreía, lo mismo que si le hiciera cierta gracia aquel descantoyamientu (descalabro), y cuando a la postre la Teresa terminó su historia, él hablando con seguridad dijo: —Está visto señora que todo este endiablado teatro que le han preparado, tiene el indecente hocico de ser un canallesco y cobardoso timo, pero no se preocupe usted ya que lleva la entera razón, y aunque la ley tiene unas lagunas abismales, no considero yo de que le puedan robar lo que es únicamente suyo. —Mire... voy ha procurar arreglarle este caso sin que usted tenga necesidad de gastar dinero, ya que por lo que observo, usted es una pobre trabajadora, y en los bolsillos de los necesitados no suelo hacer yo cobranzas de mis salarios. Verá, ahora mismo le voy a telefonear al jefe de la policía que es conocido mío, para preguntarle si este asunto se puede enjuiciar por lo criminal y elevarlo directamente ante el señor juez. —Después de conferenciar unos instantes el desinteresado abogado con el jefe de la policía, dijo con marcada satisfacción por haber hallado la solución que buscaba: —¡Bueno señora hemos tenido suerte, ya que se puede hacer lo que yo había pensado, así que vaya ahora mismo al juzgado de lo Criminal, y explíquele al señor juez todo cuanto le ha sucedido, y ya verá usted como le arregla este asunto rápidamente! “TERESA ANTE EL SEÑOR JUEZ” —En pocos minutos ganó corriendo la plaza del Ayuntamiento la esperanzada Teresa, y ágil, decidida y entusiasmada, subió con rapidez las escaleras del juzgado de primera instancia, y allí dijo que venía a visitar al señor juez, y que precisaba hacerlo sin demora, porque ya era demasiado tarde y tenía temor de no poder resolver su cuestión aquella mañana. —Uno de los chupatintas que en aquel despacho aparentemente trabajaba, si es que en verdad sabía hacer algo de provecho, dijo dirigiéndose a un compañero con marcado aire de altanería a la par que miraba a la Teresa de soslayo, como si le tomara la medida a su valía social, y de hecho ya supiera que no tenía facha ni de posición adinerada, ni de poder de ninguna clase: —¡Algunas personas cuentan que hablar con el señor juez es lo mismo que dirigirse a un verdulero, que poca preparación y cuanta ignorancia tenemos en España que hasta los mismos aldeanos que están como el mismo ganado piensan, que todos somos iguales y que un magistrado es parecido al vecino de la puerta de casa! —Pero no todos en aquella dependencia pensaban como este payaso, y como tantas y tantos payasos que pueblan arrastrándose como asquerosos reptiles, la mayor parte de las oficinas de nuestra Patria, pues una joven secretaria que allí también trabajaba, preguntole a Teresa con natural educación y pareja simpatía, el por qué precisaba ver al señor juez con tanto apremio como el que tenía, para ella comunicárselo y señalarle la visita. Y de nuevo la pobre Teresa por quinta vez tuvo necesidad de contar cuanto le había acontecido, condoliendo con su historia el ánimo de la muchacha, la cual le dijo: —¡Yo no sé señora si este caso que usted me explicó pertenece a este juzgado, bueno no obstante espere aquí un poco, que se lo voy a comunicar al señor juez haber si la puede recibir! —No debía de tener mucho trabajo en aquel tiempo de la casi finalizada mañana el señor juez, porque al corto instante sonriéndose satisfecha la buena secretaria con haber conseguido la entrevista, regresando a lado de Teresa le dijo: —Ya puede pasar usted señora, pues el señor juez la espera, hizo acto de presencia en la sala donde el repartidor de ley aguardándola estaba, y nada más que el juez la vio ante su presencia, preguntó con seriedad ajusticiadora: —¡Dígame señora! —¿Qué clase de gravedad la ha guiado ante mi presencia? —Teresa ya casi afónica del todo, y sofocada hasta lindar en el mismo ahogo, le contestó con todo el respeto y educación que poseía: —¡Perdóneme señor juez por molestarle, pero el caso es que mi abogado, me aconsejó que viniese ante su justa presencia para hacerle sabedor de la desgracia que me acompaña, que barrunto por anticipado, que ha de borrarla Su Señoría de mi triste sentimiento de un sólo plumazo! —Y seguidamente le explicó por sexta vez aquella mañana el mal que la desarrendaba, que en tan corto tiempo le había producida más sufrimiento, que los dolores que la embargaran en el haber traído al mundo tres futuros soldados para el Ejército de la Patria. —El señor juez que al parejo que la escuchaba estaba en animada conversación con unos despreciables sujetos que le acompañaban, que tuvieron la poca vergüenza de dialogar con el juez cuando la Teresa a éste hablaba, como si fuese más importante lo que trataban, que la simpleza de la pobre Teresa, que hasta aquellos momentos todavía creía en la eficiencia de la ley, cosa que a los pocos minutos despreciaría con toda su alma. Así que Teresa concluyó su narrativa sin haber sido interrumpida como al parecer tampoco escuchada, el señor juez quitándose sus lentes dijo con marcados síntomas de enojo: —¡Bueno…! ¿A mí que me cuenta usted señora? —¿Qué es lo que pretende usted...? —¿Acaso que yo ordene que le devuelvan con rapidez sus intereses que cualquiera sabe si son razonados, y que su abogado le lleve los cuartos? —Si usted en verdad quiere resolver este su asunto, haga el favor de hacer con la denuncia el debido camino, y no ensenderarse en el del atajo, y cuando el pleito llegue a mis manos, yo lo juzgare ateniéndome a las leyes, y entonces se sabrá quién es el culpable, si el denunciado ó el denunciante! —Salió Teresa del aposento del juez perdiendo ya para siempre toda creencia el la ley, que si en verdad en España algo de ella existe, cuando uno termina de dar las vueltas y revueltas que para todo proceso se necesitan, el más joven se torna viejo, y éste pasa a mejor vida. Y lo que no sabe la ley española con tanto cuento barato como se traen sus compositores que el pobre necesita presto su justicia, de lo que se saca en consecuencia que la ley, es patrimonio eminentemente propio de las clases poderosas. —Pobre Teresa, que no había tenido la suerte de toparse con un juez como el Juan Antonio de mi aldea que supo repartir la justicia entre Pascualín el de los enredos y las gafuros xabarceiras, con un juez que por experiencia sabia lo que era el trabajo, la necesidad, la justicia y la injusticia, por eso ahora Teresa caminaba con paso cansino, ya sin ninguna prisa, iba desilusionada, afligida, herida en lo más profundo de su alma, entristecida y empobrecida, observando por vez primera a un mundo que ella jamás había pensado que existía. Y así con tanta desesperación desventurada dirigíase a la casa de su abogado para contarle las enflaquecidas ganancias que sacara del repartidor de la justicia. —Y su abogado no supo decirle nada más que esto: —¡Creame señora, pues le juro que yo hice todo cuanto estaba a mi alcance por ayudarla, pero ya veo por lo que usted me cuenta que no fuimos capaces de conseguir nada, ahora no le queda más recurso que hacer esto que le digo! —¡Vaya a la casa de ese despreciable timador de Vulcano, páguele la mitad de la compostura que él le reclama por arreglarle el vehículo, de esta manera se encontrará pronto con la tranquilidad que le está haciendo falta, por otra parte ahorrará usted dinero, pues si este asunto lo llevamos hasta el final, se va a gastar usted mucho más de lo que vale el xumentu de fierru, sin tener la garantía de ganar el xuiciu, a pesar de ser usted dueña y señora de toda la verdad! —Llegó tras mucho bregar en busca de la Justicia y la razón que en aquellos tiempos no habla para los menesterosos, cuento que llegó la desdichada Teresa ante la presencia del rapiegu de Vulcanu, y cuando le empezó a hablar, lo hacía la pobre con tan afónica ronquera, que por esto el fuín de su timador sonriéndose muy satisfecho, le pregunto con marcada y despreciativa guasa. —¿Qué ye lu que l'axucéi nagora xiñora, que trái tan afogáu 'l glachu gafu ya endiañáu que nun principiu tal paicióme que querie achuquiname? —Pues me parece que viene muy mermada de voz y enflaquecida de genio. Mucho ha tenido usted que tejer y destejer, hablar, gritar, y desesperarse, para que se le hallan secado entrambas fuentes de mala leche, ya que cuando salió de aquí esta mañana después de ponerme a mi como un verdadero pingayu, todavía se le apreciaba la suficiente fuerza para poner en verdadera revolución a todas las autoridades de Oviedo, que como es muy natural la han escuchado a usted por cuento. —Pero tenga paciencia señora, que en las derrotas que hoy coseche, si sabe aprender de ellas como hicimos los demás, sacará usted las victorias de mañana, y puede que desde ahora ya jamás ponga en duda, que quienes tienen el dinero son los que mandan, y aquellos que luchan con la fuerza de la dialéctica contra el dinero, no son en verdad locos sino simplemente tontos. —Nada le contestó Teresa a los razonamientos atinados de ‘l Rapiegón del Vulcanu, sino que mirándole con endemoniado desprecio, señalada rabia y marcado odio, sacó de su bolso los dineros y al cuidado que se los ponía entre sus fuinesques manes le dijo: —Aquí tiene el importe del arreglo de mi furgonetina, y quiera el Xantiquín del Faidor que le sirva para melecinas. —Con aquella furgoneta anduvimos xabarciandu por todos los mercados de Asturias, y al final tuvimos que dejar tal oficio porque casi no ganábamos para encantexus de la dichosa furgonetina.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > xabarciar

  • 10 freirus

    Freirus, magos, curanderos, desencantadores de embrujamientos, etc. De los Freirus se han contado muchas historias, algunas ciertas, otras meras leyendas y muy pocas están en lus cuentos. Yo ahora les voy a contar la historia relacionada con lo misterioso de las Xantinas y freirus. "L'ESTORIA DE XANTA ROUXA" —Acorreláu per argutóuxes cumes que fasta les mesmes ñubes s'espurríen, pa xorber d'échos nus envernus les ñeves ya nus branus les güáitades, ben per mor de les borrines ou de bétchadas orbayadas, ou de choveres xin tinu, cundu atroñiquen lus cielus, ya en pocétchos centellóuxes s'esmadrían ente reblagus en manplenáes de riadas. Ou cundu nes campes nuétches baxu 'l paxiétchu d'estrellas, qu'acobertorién lus érus de moyadas alboriadas, ou cundu 'l tempu trastola, ya baxan prietes borrinas xemandu las orbayadas, que fartucaben al vátche que comu xardín divinu per les argutóuxes cumes yera curiáu en muriada. —Nisti vátchiquin d'enxuenu que mil nomes xin chevara, mal nomáu xamás cheldara, perque mil vátches semexus a miou Melgueirina Asturies per tous lus lláus l'engalanan. Isti vátche yera un xardín que xempre verdi lu taba, lu mesmu nel plenu envernu que nel branu magosteiru, dou embruxantes aldines per uquiera lu poblaban, de xentes fortes ya bravas, que fellices trabayaban, disdi que el sol allumbraba, fasta que la nuétche prieta nun dexaba güétchar nagua. —Sous erus daben lu mesmu 'l perexil que l'escanda, lus arbeyinus de Mayu, ya tou la clás de ximiente qu'el llabrador la xemara. Nus sous teixus tou la fame taba d'afechu xebrada. —Allindiaben sous rebañus d'uveyes, vaques, ya yegues, que nus préus, ou nas brañadas pastiaben yerbes mu sanas. Nuna 'ldina d'isti vátche fae mamplenaú d'anus, fexu rellumbru ista hestoria que l'uréei cundu guaxe de chingua d'un bon vaqueiru que tamén él l'ureáre. —Ista cheyenda ou hestoria que ches cuntu you nagora, fói fecha per el amore, 'l xufrimientu ya la chárima, ya per oitres munches couxes qu'allumbra l'alma humana. —Yera Rouxina tan pura, tan ñatural ya melgueira, tan fermóuxa ya ben cheldá que nin el mesmu Faidor oitra mexor n'encaldara. Yera fía d'una viuda de rancuayina llabranza, qu'ente les dous trabayaben, con la gavita l'aldina, que toes sous xentes con gociu l'apurríen cundun cuadraba. Perque Rouxina yera dalgu que embruxaba y encantaba, que semaba l'allegría per uquier qu'espatuxara, Rouxina xegún les xentes yera un anxelín del ciellu, tan roxiquina y a guapina comu las divinas xanas. —Sous güétchus yeran mesterius qu'al mirar tou l'embruxaban, l'allumbraben d'allegríes, l'alleraben d'esperancias, l'aviñonaben pel gociu qu'en sou alma fogueiraba. Sous güétchus faían falugus, apurriendu mil promexas xin écha falar pallabra. Tous lus mozus d'aquel vátche taben ameruxáus d'amore per la melgueira Rouxina, pos tóus ca cual per xigu, cuntábenxe ben queríus per la melgueirina xana. —Cundu chegaben les romeríes naquel vátche d’énxuenu, toes les xentes dexaben lous trabayus, y'apaxiétchaes con sous gales de festa, diben allegres ya fellices con xantificanti respeutu, a festexar al sou Xantu ou Xantina que tou 'l añu le reizaban, rogándoyes que sous femes nun mal partu nun bétcharan ou que lus chobus ya 'l oxu nun chuquinaren sous vaques, sous uvées ou cheguadas, ou qu'el tempu vena bonu p'el maíz ya las patacas, ya cundu 'l mes de la yerbe nun choviere nin orbayara, pa poder metela bona nus payares ya nas baras, axín como oitres couxes que a sous Xantus pigüeñaban. —Ya trés lus reizus al Xantu ou a la Vírxen qu'aduraban, tóus diben pa sous teixus en hermaná fellizada, y'enzulaben el banquete que faíen col cordeiru mexor de la sou teixada, ya oitres guixus ya llambicus, que pa tal chelda forniaban. —Ya despós de tous fartus e achegres en romaurada, colaben pa la campeira dou lus múxicus gaitaban, ya tóus xemáus de diches con alegría danciaban lu mesmu la xente viétcha qu'angunes xotes danciaba, que la xuventú enteira que de baítchar n'adondaban, xempre xuníus nel dexéu de la querencia qu’embruxa l 'amore que ca cual cata, mái nus mozus que nes móuces pos ístas son mái recatas, perque la fema que pirdi la sou gonra endenantes de qu'el cura la caxara, cheva cuaxigu la duda de ser muyer fellizada. (Bona dote tenes fía, que yes fermóxa e gonrada, 'l díe que pirdas la gonra si nun yes muyer caxada, tou dote nun val pa nagua). Axin falaben les maes tous lus díes a sous fías, enus tempus d'endenantes, cundu la mútcher namái que yera 'l ama en sou teixu cundu 'l sou home nun taba. Peru güéi que la muyer ye 'l xuez que chelda les lleyes, ou 'l guardia que t'encarxela, ou 'l aboguéu falancieru que la xusticia simielga ou 'l fiscal endiañáu que t'achuquina xin pena, falu you que la mútcher güéi poucu estima sou gonra, sou embruxu mesterióxu, sou divinidá grorióuxa, sou ser má del mesmu Cristu, sou ser mantina e fermóuxa. —Ya coyendu la güítcha p'afalar denuéu continu ista hestoria ou cheyenda, falu qu'achí naquel baítche, tous lus mozus faíen dance p'eñamorar a Rouxina, tóus lampriáus nel esgolazu queríen xorber nus sous güétchus el embruxu qu'allumbraben, d'angunus envallentáus falábenle mu xellín que taben per écha llocus, peru Rouxina xonrienti a dalgún sou xi ches daba, ya ñocenti comu ‘n ánxel con sous embruxantes güeyus ya sou melgueira falancia, per xemexu afalagaba, engolguiéndulus nun fuéu que mái sou amore queimaba. —E anxín con tóus per lu mesmu, danciaba ya se reyía, falaba ya canturriaba, ya sous güeyus mesterióxus l’amor per uquier xemaban. TRADUCCIÓN.— (LA HISTORIA DE SANTA ROSA). Rodeado por altas cumbres, que hasta las mismas nubes con gallardía se estiraban, para beber de ellas en los inviernos las nieves y en los veranos las aguas, bien por mediación de nieblas o de ricas escarchadas, o de lluvias que sin tino cuando los cielos tronaban y la centella o el rayo como la luz caminaba, y las nubes se rompían en torrentes de riadas. O cuando en las noches claras bajo el manto de estrellas, que cubrían todos los campos mojados por la alborada, que tal hartaba a todo el valle, que como jardín divino, por las altas montañas era cuidado por sus naturales murallas. —En este valle de ensueño, que mil nombres si llevara mal llamado jamás fuera, porque mil valles divinos, parecidos este ensueño, en mi Dulce Tierrina por todos sus lados la engalanan. —Este valle era un jardín que siempre verde lo estaba, lo mismo en el pleno invierno, que en el verano más caluroso, donde embrujadoras aldeas por todas partes poblaban, de gentes fuertes y bravas que felices trabajaban, desde que el sol salía, hasta que la oscura noche no dejaba ver ya nada. Sus tierras daban lo mismo el perejil que el trigo, que los guisantes tempranos, que cualquier clase de siembra que el labrador trabajara. En sus casas toda hambre del todo estaba apartada. —Las nobles y bravas gentes de aquel valle de ensueño, cuidaban a sus rebaños de ovejas, vacas y yeguas, que en los verdes prados, puertos, morteras u brañas, pastiaban abundantes y buenas hierbas. En una de las aldeas de este valle, hace muchos años se a alumbró esta historia, que yo escuché siendo niño, de boca de un buen vaqueiru, que también él la escuchara. —Esta leyenda o historia que yo les voy a contar ahora, fue nacida del amor del sufrimiento y la lagrima y de muchas otras cosas que alumbra el alma Humana. —Era la joven Rosina tan, pura y tan natural, tan dulce y tan hermosa, y también deseada estaba, que hasta el propío Hacedor otra mejor no creara. Era hija de una viuda de muy pequeña labranza, que entre las dos trabajaban, con la ayuda de las gentes de la aldea, que les prestaban cuando la necesitaban. Rosina era ése algo que embrujaba y encantaba, que sembraba la alegría por donde ella caminara. Rosina según las gentes, era un angelín del cielo, tan rubia y hermosa como las divinas Xanas. —Sus ojos eran misterio que al mirar todo lo embrujaba, alumbrando la alegría, repartiendo la esperanza, llenando a todos del gozo que en su alma se hornaba. Sus ojos hacían halagos prodigando las promesas sin ella decir palabra. Todos los mozos del valle estaban llenos de amor por la dulce y encantadora Rosina, y cada cual para si mismo ya se contaba amado por la preciosa diosa. —Cuando llega el tiempo de las fiestas o romerías en aquel valle de ensueño, todas sus gentes dejaban sus trabajos, y vestidos con sus mejores galas, iban alegres y felices, con santificado respeto, a festejar a su Santo o Santina, que en todo el año le rezara, rogándole que sus hembras tuvieran un buen parir, o que los lobos o el oso no matase a sus ganados, o que el tiempo viniese bueno para el maíz, y las patatas y que en el mes de recoger la hierba no lloviese ni lloviznara, para poder tener buena hierba en los pajares y las varas, así como muchas otras cosas que a sus santos les rogaban. Y tras de los rezos al Santo o a la Virgen que adoraban, todos se marchaban para sus casas en hermanada felicidad, y festejaban el banquete que hacían con los corderos mejores de sus rebaños, y otros guisos y confites que para tales fiestas se industriaban. —Y después de todos hartos y alegres en romería, se iban para la campa donde los músicos tocaban, y todos llenos le dichas con alegría danzaban, lo mismo las gentes viejas que algunas jotas bailaban, que toda la juventud que de danzar no casaba, siempre unida en el deseo, de la querencia que embruja, el amor que cada cual buscaba, más en los mozos que en las mozas, pues éstas son más recatas, porque la hembra que pierde su honra antes de ser casada, puede que jamás alcance la felicidad soñada. (Buen dote tienes hija mía, que eres hermosa y honrada, el día que pierdas tu honra sino eres mujer casada, tu dote no vale nada). Así hablaban las madres todos los días a sus hijas en los tiempos ya pasados, cuando la mujer sólo era el ama en su casa siempre que el hombre no estuviera. Pero hoy que la mujer es el juez que hace leyes o el guardia que te encarcela, o el abogado hablador que la justicia menea, o el fiscal endemoniado que te asesina sin pena, digo que hoy la mujer muy poco esta a su honra, su divinidad gloriosa, su ser la madre de Cristo, su ser querida y hermosa. —Y cogiendo la aguijada para arrear con tino esta leyenda o historia, les digo que en aquel valle de ensueño, todos los mozos, bailaban, reían, cantaban y todo cuanto hacían y pensaban iba encaminado para enamorar a la hermosa y divinizante Rosina, pues todos estaban hambrientos y sedientos hasta el enloquecimiento, por poder satisfacerse con las embrujantes miradas de sus misteriosos y encantadores ojos, algunos mozos más osados, le decían muy despacio y con grande veneración, que estaban enloquecidos de amor por ella. Pero Rosina sonriéndose siempre con su candidez acostumbrada, a ninguno le daba su sí, e inocente como un ángel, con sus embrujantes ojos y su dulce palabra, por igual a todos halagaba, envolviéndoles dentro de un embriagador y divino fuego en el que sólo su amor les quemaba. Y así con todos por igual, bailaba y se reía, hablaba y cantaba, y sus ojos misteriosos el puro e inocente amor por todas partes sembraba. "JUAN EL CURANDERO" —Era Juan hombre maduro sin llegar en esta edad a su total madurez, y era viejo en ser tan pobre como la propia vejez, pues no hay viejo que sea rico aunque más dineros tenga que el mundo que tener. Ya que el dinero en el viejo (y a esta edad yo he de llegar si la parca en mi camino no me siega mi querer, y quisiera me respeten como yo desde mi infancia con el anciano lo hacer) u otra riqueza que fués, sólo le sirve de abrigo, de tranquilidad tal vez, y para que todos sus deudos le mimen y les respeten, como el mejor de sus males para heredarle después. —Yo no se si me comprenden por no explicarme muy bien, yo no llamo viejo al tiempo, porque el tiempo viejo no es, yo llamo anciano a los seres que han perdido la alegría, la ilusión y el apetito, y cuando esto se pierde el más joven viejo es. —Digo yo que me han contado, que Juan no tenía riquezas, y que vivía solitario en una humilde cabaña que él mismo se fabricara, era hijo de aquel valle, dónde sus padres un día tuvieran buena labranza, pero siendo él un niño que apenas lo recordar, vendieron toda la hacienda y se fueron a ultramar. Y en aquellas tierras ricas al otro lado del mar, Juan conoció la fortuna que del trabajo sus padres la pudieron enfornar (hornar), también conoció el amor, y la alegría de vivirlo con el placer que él te dar, pero el vicio de las drogas que a otros muchos te empujar, le hicieron perder su suerte y en la desgracia rodar, y esta negra desventura al presidio le llevar, de dónde salió tan pobre de riquezas y de honor, que en él ya nadie confiar. —Desesperado y mendigo, sin familia y sin hogar, Juan regreso a su Tierrina, al valle que había nacido, y a las argutas montañas que con recelo le guardar, y una vez en el lugar dónde él al mundo llegar, en terreno comunal edifico su cabaña, y tras ella hizo una huerta que con sapienza cuidar, dónde florecía la planta que tras bien elaborada él con placer la fumaba y del mundo se olvidar. —Juan vivía de la caza, de la pesca de ser hombre de mente despierta a ultranza, y quizás bien educada en el delicado oficio de curar la enfermedad, pues él sanaba a las gentes con sus potingues y ungüentos industriados con las plantas que en el monte él arrancar, así aliviaba el reuma, los catarros y otros males, que el médico no sanar. Muchas veces sus palabras sabias por bien atinadas, hacían más bien al enfermo, que el doctor y su receta, que a parte de ser muy cara, raras veces era eficaz. —Juan era un astur de casta, de estatura premediada, de rostro agradable y firme, con nariz recta y holgada, de boca que sonreía aunque palabra no hablara, de ojos tristes y avispados, del color de la esmeralda, sus cabellos eran negros para contraste de raza, y su caminar sereno tranquilidad sin par, le daban el firme aire de poder y libertad. Juan practicaba la industria de curar la enfermedad no cobrando jamás nada, pero todos le ofrendaban mucho más que si cobrara, quizás fuese porque Juan, era hombre que las gentes le querían, le admiraban y le honraban. —Una tarde estaba Juan sentado frente a su casa, que alejada de la aldea en solitario se alzaba, silencioso y cabizbajo no viendo que le observaban, Juan cavilaba en silencio, o tal vez feliz lo fuera y en nada quizás pensara. Más de pronto alguien le dijo con voz cristalina y clara, como las aguas que nacen en las fragosas montañas, con voz cantarina y brava, como la que hace el malvís en la libertad del campo, dueño y señor de su ente, no siendo esclavo de nada, con voz mansa y adulzada, como la que hace la hembra, cuando a su amado le invita, o a su cachorro le halaga, con voz cálida e inocente, como los rayos del sol que dan vida a todo ser, sin preguntar si hay algunos que no merecen tal gala con voz que era un embrujo, para cualquier ser viviente que su música escuchara: —¡Señor Juan! ¿Se encuentra enfermo, o tal vez tiene tristezas que le infelizan su alma? —Juan levantó su mirada, y allí en mitad del camino Rosina le reparaba, con sus candorosos ojos y una divina sonrisa que en sus boca bailoteaba. —¡No preciosa soy feliz, no tengo en pobreza nada, que me fabrique el dolor, ni el odio ni la venganza, ni el egoísmo maligno, ni una ilusión desquiciada! —¡Soy feliz porque soy rico, al saber que no poseo querella de hacienda vana, tengo comida y cobijo, vecinos que bien me quieren y muy tranquila mi alma. —¿Puedo sentarme a tu lado a charlar si tiene gracia...? —¡Tengo la gracia del cielo, cuando hasta mi lado llega, la hermosura más preciada por la inocencia guiada! —¡Puedes Rosina si quieres hacer cuanto a ti te plazca! —¡Señor Juan, yo soy curiosa, como mujer bien pagada, cuentan en la aldea cosas de usted y ninguna mala, pero yo quiero saber esa tristeza que tienen sus ojos que ahora me halagan, ese no querer tener, cuando todos en la vida, por el poseer se afanan! —¡No están tristes mis pupilas, ya que en verdad son dichosas, tal vez se encuentran cansadas, por el placer tan inmenso que en todo momento gozan! —¿Cómo es posible señor, que estando sólo en su choza con agranda *** ***y de todas sus bondades, y ocasiones hubo muchas en que estándome yo sola he pensado en bien amarle. Señor Juan, nunca me quite de este placer que yo siento al poder acariciarle, al poder amarle tanto, como no he podido amar, nada más que a la mi madre! — Juan dominando el deseo que su espíritu sentía, de sus sentidos dislocos perdidos en el placer del vicio que da la carne, pudo un tiempo detener prisioneros tales naturales males, pero al fin incontrolable, besó a Rosina en sus ojos que eran maravillas tales, con el ardor de la quema controlada y sin desmanes, y acariciando su rostro con hermosura pureza del más escogido ángel, le dijo ya emocionado despreciando sus maldades: —¡No sé si el cielo me premia dándome cariños tales, o si me pide un calvario que en duda pongo en llevarle, sólo sé Rosina hermosa, princesa maravillosa con designios celestiales, que en mí hallarás tú siempre cuanto tenga y pueda darte, puedes venir a mi casa siempre que el querer te llame, mi puerta no tiene llave ni para ti, ni tampoco para nadie! —¡Señor Juan, soy tan dichosa que mi pecho se me abre, y por él se me desbordan todo un Firmamento lleno de gozosas alegrías, porque no tienen cabida en mi alma que las hace! —Juan de nuevo acarició aquel ángel tentador, y sin poder contenerse aunque luchó con ardor, sus labios fueron directos aquella rosa encarnada, que era su boca preñada de virginidad y amor. Y lejos de ser esquiva a tan bacanal caricia que se enredaba en el beso que en sus labios se prendió y aquella fuente de gozo, de un deseo incontrolable de un embrujo tentador, respondió al beso en medida que el beso que recibió, y rauda salió corriendo envuelta en gloriosa dicha, con marcado rubor, le dijo adiós con su mano, hacia su aldea marchó. —Juan quedó sólo y maltrecho por el placer el dolor, sin llegar a comprender, que tanta inocencia pura, tanta hermosura y candor, pudieran vivir tan juntas en natural parangón, y darle a él tanta dicha, como carga de dolor. "LA MUERTE DE JUAN" —Fue condena para Juan imposible de vencer, aquel fuego que prendió Rosina en su corazón, era un veneno de infierno que le empujaba al placer, y no al honrado sendero de querer a la inocente como el padre que no ser. —¿O quizás es el demonio ese ángel celestial que en figura de Rosina a mí me vino a tentar, el inocente soy yo que en la inocencia fiar? —Ella se dejó halagar, yo con pasión la besé, y busqué en sus labios puros no el cariño paternal, sino el deseo carnal que en todo Humano se encuentra, como dios del placer, muchas ocasiones hay que ni el más santo barón, ni la más casta mujer son capaces de frenar y violan la castidad en su vida alguna vez. Si a este extremo llegan ellos, ¿qué podré yo hacer que soy un vicioso por demás de la droga y el placer? —Y ella se dejó halagar, y con su candorosa inocencia despertó en mí otra vez, las locas ansias de amar, que dormidas las tenía pensando que nunca más volverían a despertar, puede que ella sin querer me incitara en la pasión, por eso yo la besé, y busqué en sus labios rojos fontana de gran placer, apagar mi sed de amor, y cuando tal degustaba pude y en ella yo notar, que respondía a tal goce no con querer paternal, sino con ansias de amar, y al igual que yo gozar. Y sus pechos prominentes recios por virginidad, he visto que se alteraban sacudidos por el goce que al largo beso arrancar. Y sus ojos hechiceros brillantes como luceros cuando el alba se acercar, he visto que se cerraban extraviados y sumidos, como buscando en su mente un acomodo gustoso del placer desconocido que ella aún no degustar. —¡Más que digo! ¡Estoy demente! —¡Cómo piensan mis sentidos cosas tan bajas y ruines de una virgen inocente que como a padre me amar! —¡Santo cielo, estoy perdido dentro de este fuego ciego que sin mudanza ninguna, me conduce con fiereza al desbordado deseo, de una pasión tan demente que me roba mi sosiego, y que me empuja insolente al pensamiento más bajo que mi mente fabricar! —¡Qué feliz era yo antes en este mi bello valle, dónde desde lejos vine con el propósito firme de hallar la tranquilidad fundiéndome con la paz, que tanto necesitaba mi alma ya emponzoñada por tanto el cuerpo gozar! —¡He de marcharme del valle mañana a lo más tardar, he de huir de esta pasión que a velocidad del rayo me roba sin contenerla, el tesoro más preciado que era mi tranquilidad. He de alejarme si quiero que mi deseo carnal, consumado no se vuelva con la fiereza bestial que en afán pone la fiera cuando el hambre la devora, y para calmarla mata al inocente cordero criatura celestial, que muere en la fiera garra sin pronunciar un sollozo, como morirá la honra de la inocente Rosina, para calmar el Placer que en mi alma dislocado aspira al rico bocado de su hermoso virginal! —Ya la tarde caminaba en pos de la oscuridad, que ensombrecida en el valle hacia sus cumbres se alzar, Juan se adentró en su cabaña casi enfermo por la fuerza que había gastado en pensar, queriendo sepultarse dónde ni el mismo se hallar, para olvidar el tormento de la más grande pasión que en su vida le tentar, por eso, con sus hierbas drogadizas y otros diversos potingues que él sabía preparar, mezclados con miel y caña, en una olla con agua al mor del fuego aliñar, y cuando en su punto estuvo aquella droga fatal, se acostó en su ruin camastro y a tragos largos y ralos con gusto se la libar, para apagar en su mente su pensamiento encendido que en la Rosina quemar. —Tiempo hacía que la noche del valle ya se adueñar, cuando sintió que en su puerta alguien la abría y entrar, en el interior del cuarto con voz candorosa y suave en murmullo cariñoso que al de la gloria apariar, le decían con misterio que le pareció que era su mente que trasvolada al ente que le tentaba, de él se quería también por doble puerto mofar: —¡Señor Juan! ¿Está dormido...? —A la luz del mal candil que iluminaba la alcoba, con destellos que bailaban en las borronosas sombras, dándoles casi una vida que a más claridad no hallar, Juan vio a Rosina sonriente, entre azorada gozosa, e incorporándose presto en su catre empobrecido, preguntole preocupado aunque alegre por pensar, que en su sino escrito estaba que aquella virgen doncella sólo venía a buscar, el aplacar su pasión con la que a él le atenazar: —¿Cómo se atreves princesa, ángel hermoso del cielo, criatura primorosa, diosa de mis desvelos, ruina de mis desventuras, soberana de mi cielo, cómo te osas Rosina, encantadora xanina, que has embrujado mi alma con tu amor que al ser divino yo como mortal no espero, cómo te atreves te digo, en venir desde la aldea, sólo y en noche sombría, hasta esta casa malvada, dónde mora tu deshonra yvive mi desespero? —¡Señor Juan, no pude, y juro que lo intente con denuedo, pues algo, si que no comprendo, una fuerza misteriosa que me traspasaba el alma, entre alegre y pesarosa, entre dichosa gozosa, repugnante y vergonzosa, una pasión tan profunda que al ser salvaje es sincera, una poderosa magia que al ser divina es misterio, me obligó sin yo oponerme, a que dejase mi casa muy despacio en silencio, me trajo a su presencia, y aquí estoy porque le quiero! —Juan con tristeza profunda y alegría en alto cielo, con pasión que se apagaba y en amor ardía fiero, asió la infusión de droga y bebió con el consuelo, de ver abierta a la postre la puerta de su gran cielo. Cogió Rosina la olla de entre las manos de Juan, que no hizo ni un amago para impedir que ingiriera de aquella su medecina que le aploacaba sus penas y con su sonrisa hermosa, inocente y candorosa, bebió Rosina con gozo la caramelosa droga, tras beber un largo sorbo, siguió sonriendo feliz, a la par que se acostaba en el catre a par de Juan, y con sus palabras dulces y sus manos primordiosas, caricias sembraba en Juan a la par que le decía: —¡Algo tiene esta bebida que de alegría me llenar, algo que sabe tan dulce como la miel en panal, algo que enciende mi alma y en el aire me hace andar, tal parece que soy ángel con alas en mis espaldas que me permiten volar! —¡Señor Juan, mi Juan querido, siente un calor en mi cuerpo y la ropa me estorbar, voy a quedarme en porricas (desnuda) para contigo gozar, soy feliz mi Juan querido, tanto que dudo en el mundo, un ser con más dicha y gozo, como yo no sé si habra! —Y así entre besos y abrazos, caricias, risas y juegos, en aquel renqueante catre sucio y pobre por demás, Rosina la candorosa, la inocente virgen pura, perdió su honra gozosa, conociendo jubilosa un placer que no soñar, perdió su casta inocente y a cambio ganó dichosa, saborear felicidad. —Toda la noche fue fiesta de besos que se perdían sumidos en el placer, de caricias de halagos, que hasta las puertas abiertas de su honra destrozada, llegaban en oleadas, sin jamás desfallecer. —Y así amándose ciegos sin pensar en el después, cantó el malvís su tonada y llegó el amanecer. —Fue entonces cuando extenuados de tanto amor y placer, fundidos en el abrazo que sólo el querer saber, se perdieron en el sueño feliz y de pesadez, que a los cuerpos adormece después de beber placer. —Se alarmó por la mañana la aldea que despertaba aprestándose al trabajo como cada día hacer. Se alarmó por los lamentos, llantos y gran desespero, que la madre de Rosina con grande pena lo hacer. —Puesto el pueblo sobre aviso, pronto cundió en todo el valle la noticia ya agrandada del dolor que acontecer. —Unos decían con pena, que tal vez fuera raptada por alguien que la querer. —Viejas hubo que dijeron porque que en misterios creer, que Rosina no era criatura humana, sino que era una Xana, y con ellas a sus fuentes otra vez querer volver. —Todas las gentes del valle la llamaban y buscaban, por los montes y praderas, por las ubérrimas cumbres dónde el utre (el águila) campaba, por las abexías (húmedas sombreadas) y abruptas fondigonás (hondonadas), por las veiras del regueiru (orillas del torrente), que cruzaba sulfuro la rica verde vallada, y todos con desespero perdían ya la esperanza de poder jamás toparla, y ya casi se creían, que Rosina era una Xana que a sus fuentes retornara. —Alguien llegó a la cabaña del bienhechor curandero, la vio abierta y solitaria, llamó a Juan con fuerte voz, y al ver que no contestaba, dentro de su casa entró. —Y allí, en el catre humilde del magnánimo señor, juntos y muy abrazados, sumidos en dulce sueño, Juan y Rosina dormían sin despertar a su voz. —Salió raudo de la casa quién el primero los vio, y a gritos dijo en la aldea dónde Rosina se hallaba y nadie se lo creyó. —Pero al afirmarlo fiero, y rogar que le siguieran, todos corrieron tras él, y entraron en la cabaña, y vieron a los amantes durmientes y entrelazados cual si fuesen uno dos. —Asustados los vecinos al ver lo que no creyeran aunque jurasen por Dios, zarandearon los dormidos, con rabia, odio y furor, y despertose Rosina, pero Juan no despertó. —No se alteró la Rosina, ni menos se levantó, halagó el pelo de Juan, con cariño le besó, y les dijo a sus vecinos con voz preñada de ira, de desprecio y de valor: —¡Dejazle dormir tranquilo, que vuestras horrendas voces no perturben a mi amor, y marcharos de mi presencia, pues no volveré a la aldea, ya que mi casa está aquí, porque desde hoy ya soy, ante Dios que es el que importa, la fiel esposa de Juan, al que le entregué mi honra y todo mi corazón! —Fue la madre de Rosina herida en su sentimiento con vergüenza con fuerza enloquecida por deshonra tan atróz, la que asiendo a Juan con envilecido furor, del catre al suelo tiró y allí en el suelo empobrecido, del miserable cuartucho, todos juntos comprobaron sumidos en un terror, que de miedo confudiólos al presenciar con pavor, que Juan seguía dormido, y en sus labios florecía una sonrisa feliz, que la muerte por la dicha al matarle le dejó. —¡Está muerto! ¡Le has matado! Dijeron aquellas gentes mirándola despavoridos, como si Rosina fuera demonio exterminador, como si aquella muchacha que siempre del pueblo tuvo el cariño y el halago, el aprecio más pagado, y el amor de los rapazus (mozos) que por ella suspiraban con buen querer e ilusión, cómo si aquella preciosa y angelical criatura que desde niña alegrara con sus cantes y sonrisas, galanuras y prestancias, sencillas y naturales, ausentes de vanidas y de hipócritas maldades, los vivires, y quehaceres de las gentes de aquel valle, de pronto se convirtiera en lo mas sucio y maldito que a un humano le caver. —¡Bruja del demonio eres Xana de gran maldición! —Dijeron algunas gentes con el odio retratado en sus ojos y audición —¡Has venido a esta cabaña tan sólo con la intención de asesinar a este hombre, que era nuestro curador y un santo de bendición! —Levantóse de aquel catre Rosina sin el pudor, y en porricas (desnuda) como estaba, con el cuerpo más perfecto que jamás la tierra dio, abrazose a Juan llorando entre gritos lastimeros tan cargados de dolor, que doblegarían en pena a otras gentes que no fueran sus vecinos que la odiaban, y con desprecio la miraban, con repugnancia y con terror. —¡Fostes vuexotrus baldrietchus, gafuróuxus achuquinus (fuisteis vosotros cobardes, despiadados asesinos), hijos de satan malditos, los que matasteis a Juan mientras que dormía yo, un sueño que no era sueño, sino gloria del Señor! —Gritóles Rosina airada, fuera de sí dislocada, transfigurado su rostro por tan inmenso dolor. —¡Yo pido al Señor del Cielo, o al rey del infierno fiero, que sobre vosotros baje poderosa maldición, que os quite la alegría, la paz y prosperidad por asesinos que sois! —Al día siguiente en el valle fue enterrado el pobre Juan, llorando sin ver consuelo, tras el féretro entablado Rosina le acompañaba hasta la dura morada dónde su cuerpo sin vida sería pasto de la tierra, porque de ella nació. —Con Juan se fue de Rosina la alegría alborozada, el brillo de su mirada cautivadora de amor, su virginidad gozada, sus sonrisas primordiosas que de ángel eran canción, su inocencia candorosa su felicidad dichosa, gozada en el mismo día que su honra se esfumo. —Más de dos meses Rosina en su lecho desesperada enferma de amor vivió, y casi su muerte halló por la pena que sufrió. —Cuando al fin salió del mal y a su cotidiana vida de trabajo retornó, lo hizo ilusionada de renaciente alegría, al saber que en sus entrañas un hijo estaba creciendo fruto de su gran amor. —Fue su vida desde entonces en aquel valle querido, la condena del infierno o un castigo del Señor. —Ella que siempre había sido la hermosura y la canción, la alegría y la sonrisa, la ilusión de tantos mozos que deseaban su amor, la inocente virgen pura sin orgullo ni obsesión, era ahora por sus gentes despreciada con horror, insultada muchas veces con ofensivas mentiras, dónde la airada venganza de la envidia recogió. Hasta los mozos que antes la trataban con cariño y marcada veneración, ahora la repudiaban, y con socarronas risas le lanzaban sucias sátiras, y la nomaban Paraxa (nombraban puta) con la misma asiduidad, que antes le decían bonita en cualquier otra ocasión. —Algunas viejas había que con sutil agudeza que en el aldeano es primor, sembraban entre las gentes el veneno acusador, con frases tan bien urdidas de historias que antiguas son, que Rosina era una Xana, que sólo traería al valle desgracias y males tales, que mejor era apredrearla y arrancarle de su cuerpo su vida de maldición. ALUMBRAMIENTO, MUERTE Y SANTIDAD DE ROSINA —En el culminante estado de su amada gestación, Rosina aquella mañana fue con sus vacas al prado, y allí en el raso campo a la luz clara del sol, se puso enferma de parto, y entre la hierba rosada a dar a luz se acostó. —La alegría acariciada que tanto tiempo esperaba, semilla que iba a nacer fruto de su gran amor, se tornaba por momentos en acuciante dolor, que le hacía revolcarse entre la crecida hierba, entre gritos lastimeros que le arañaban la entraña, porque su hijo quería ver la claridad del sol. —Ella sola en pleno campo, sin que nadie le ayudara, ni menos la consolara ni con palabras ni hechos, sin que una mano piadosa l'enxugara (le secara) los sudores que el dolor los hacía crecer, ella sola a lo salvaje, como siempre había vivido con natural sencillez, como si fuera una fiera con el dolor de mujer, estaba alumbrando un hijo, con la natural manera que en su día lo supo hacer. —El esfuerzo agobiador y el dolor desgarrador que sufriera al alumbrarlo, la privaron del sentido durante ignorado rato, y así el infante gritaba en la soledad del campo, mientras que era lamido con cariño casi humano, por Petra la perra loba, que con su ama la Xana apacentaba el ganado. —Desde las altivas cumbres dónde el águila vigila, con sus ojos encendidos de rapidez desmedida, y precisión ajustada a sus ansias de asesina, la soberana del aire había visto la muchacha, entre las hierbas tendida cual si muerta se encontrara, y al pequeño dando gritos, aunque Petra, cariñosa con maternidad lamiera, cual si su cachorro fuera, no el hijo de su ama. —Sanguinaria y despiadada vio la reina de las cumbres en el infante un festín, de sabrosa carne humana, y bajando de los cielos con sus alas replegadas y la rapidez del rayo cuando del trueno se escapa, arrancó en vuelo rasante de entre las fauces del perro que en el momento cuidaba con desmedido cariño al instante que hacia el cielo el águila se elevaba. —Lamentos que daba el niño entre las feroces garras de águila desalmada, mientras que la fiera alada sin piedad entre sus uñas al instante asesinaba. —Ladridos de grande pena que la perra noble y buena más humana que animal enloquecida hacia el cielo con fiera rabia lanzar, mientras que chillando alegre la reina de las montañas majestuosa planear, para llegar a su nido que colgado en el abismo del inaccesible risco, iba a ser mudo testigo, del ángel que en un festín, un águila devorar. —Al fin la pobre Rosina del olvido del desmayo a la razón retornar, y recorrió con anhelo de una alegría sin par, que había alumbrado a su hijo, y rauda miró angustiada en que lugar se encontrar. —Vio a la noble perra entre la hierba acostada que quejidos murmuraba cual si culpada lo estar, vio su razón desatada ensenderada en camino que a la demencia guiar, si no encontraba a su hijo que ella sabía que alumbrar. —Pero no... pudo hallarle, ni ya nadie le encontrar, porque aquella fiera alada un festín con él se dar. Su dolor al más medrado, su penar crecido al más, hicieron de ella el demente que sin perder la razón como loco se portar. Clavó sus hermosos ojos en el Infinito cielo, y con llanto desgarrado por mil lágrimas regado que las fuentes del dolor desmandadas en riada todo su ser anegar, reclamaba su justicia al Señor que así le hablar: —¿Dónde mi hijo se fue si en mi entraña ya no estar? —¿Dónde Hacedor Poderoso con tantos ojos que tienes que todo lo escudriñar, dónde mi hijo se fue, que ladrón me lo robar? —¡Yo le he visto aquí nacido, sano y fuerte cuando Tú mi sentido me quitar. —¡Dime Señor te lo ruego, y a cambio mi vida entera ahora mismo te entregar, dentro de atroz sufrimiento que inventado aún no estar!, ¿que malvado despiadado a mi hijo me robar? —¡Vamos Señor que no oigo tu Divina voz hablar! —¡Dime si mudo lo eres al menos con una seña dónde mi hijo morar! —¡Despierta Señor del Cielo, si es que dormido lo estás, y busca a mi hijo pronto que sino se morirá! —¡Oh Señor ya te comprendo, no me quieres ayudar, porque a nadie Tú le ayudas mientras que vivo lo estar! —¿Oh acaso soy yo la Xana que en las fontanas morar, y estoy viviendo un sueño que no es mi realidad? —¡Si así es mi creador, el sueño es mi verdad! —Revolcándose en la hierba que su drama presenciar, prisionera del dolor, que descanso ni sosiego, ni un instante le dar, ahogándose en las lágrimas, que de sus ojos brotar, la desgraciada parida horrendos gritos lanzaba, que en el aire se perdían fusionados y apagados en distancia, por el cante del malvís, el jilguero y la calandria, por el rumor de las aguas que felices y hermanadas, el bullicioso torrente hasta la mar las llevaba. Por la canción tan pareja que hace el grillo y la cigarra. Por el graznar de los cuervos y del águila malvada. Por la brisa cariñosa que acaricia oxiginada, los foyajes que orquestean músicas en la arbolada. —Solo Petra su fiel perra con sentimientos de humana, traspasada por la pena, acaricieba lamiendo las lágrimas de su ama, ella si podía decirle si su lengua en voz montara, que taimada criatura a su hijo devorara. —Más de pronto la Rosina, cómo si un demonio fiero en su alma se albergara, dándole vida a una idea que un dolor más encendido por ver clara su desgracia de sus sentidos saltara, con los ojos extraviados por la furia en tal creada, se levantó envenenada con ardor de herida fiera, y asiendo a su noble perra con sus manos encrispadas dirigidas por el odio de su razón desquiciada, apretóla por el cuello con el ansia de matarla, mientras que con voz rabiada gritaba desaforada: —¡Fuiste tu perra maldita la que mataste a mi hijo, la que con placer de averno hiciste de él un festín devorándome mi entraña, fuiste tu asqueroso bicho traicionero y carnicero, la que se comió a mi hijo mientras que yo avasallada por el dolor más profundo fuera de razón estaba! —¡Pero ahora morirás en mis manos desgraciada, y te rajeré tu vientre, y en pequeños pedacitos que enloqueceran mi alma, sacaré de él a mi hijo, aunque no sea nada más que para poder mirar los despojos de mi entraña! —Fuerte y grande era Petra la perra humanizada, que al verse tan maltratada por su ama desquiciada, luchó con fiereza noble librándose del dogal que en su cuello aprisionaba, logrando huir con lamentos hacia la aldea alejada. —Trás ella como una loca, llena de sangre y airada, con sus cabellos revueltos al viento que acariciaba, y sus ojos extraviados dónde la furia brillaba, acusando con palabras de maldición anegadas a su perra endemoniada, entró la moza parida en su aldea enloquecida, y los vecinos al verla en facha tan desastrada, lejos de apenarse de ella, los malditos la injuriaban, y la siguieron gozosos sonrientes en algarada, hasta llegar a la casa dónde Rosina moraba. —Y allí la vieron salvaje como la fiera rabiada, maltratar con una furia que de el tigre era copiada, a la Petra su fiel perra, que aunque comprendiera todo y sin poder decir nada, asustada y encogida miraba entre lamentos a su ama trastornada. —¡No te escaparás ahora de mi venganza malvada, bestia satánica y ruina, peor que tu hermano el lobo de donde has sido encarnada, tú has devorado a mi hijo, y yo te arrancaré tu alma! —¡Mientes bruja fuiste tú, la que vil muerte le diste igual que has hecho con Juan, y harás desgracias sin par en el valle mientras vivas, porque eres la Xana mala, qu’encaldas (que haces) calamidades, sin darnos ninguna dicha, por eso vas a morir ahora mismo por maldita! —Dijo una vieja rabiosa a la par que una pedrada le lanzó contra su cuerpo. Otras personas con saña a la vieja secundaron. Y así la Xana Rosina, la muchacha más hermosa que jamás criara el valle, la de mejor sentimientos, la de más puras maneras y naturales virtudes, moría a manos de sus gentes, apredreada y despreciada, tratada como una bruja, que sólo sembraba el mal. —Y Rosina no había sido nada más que un ángel bueno, que supo amar y vivir dentro de la libertad, tan natural y sencilla como la vida que crece en rico o pobre lugar, Rosina con ser antigua, siempre moderna será, como las mozas de hoy, si alguna sabe de veras lo que es la libertad, no el anárquico vivir que a su gusto se inventar. —Justamente el mismo día que sus malvados vecinos a la Xana asesinar, una peste pobló el valle, y’achegaba en fechura de morrinas, que dexaba a lus teixus ya les cortes, enxemaus de prexones y’animales, en fechura de cadarmus que fedíen, como guelen les morrines enus branus. (Y llegaba en hechura de mortandades, que dejaba a las casas y a los establos, sembrados de personas y animales, en forma de cadáveres que olían, como suelen hacerlo los cuerpos muertos abandonados en los campos con las calores de los veranos). —No fueron tardas las gentes de aquel próspero valle, en darse cuenta de que aquella calamidad que les rodeaba en forma de muerte, de dolor y de otros males, era un merecido castigo que el Cielo les enviaba, por haber dado muerte tan injustamente a la Xana Rosina, que era la criatura más deliciosa y buena que había nacido para bien de todos en el valle. —Pronto comprendieron todos al hacer memoria, que durante el tiempo que la melgueira Rosina había vivido junto a ellos, solo felicidad, alegría y bienestar habían gozado siempre, sólo desde el momento que tan vilmente la habían asesinado, sobre todos ellos desencadenárase la peor de las desdichas, tal parecía que la peor de las maldiciones pesara sobre ellos, para hacerles pagar la horrenda muerte que le propinaran a la inocente Rosina. Por esto, todos en la intimidad de sus pensamientos en un principio, le rogaban fervorosamente a la Rosina que les perdonara el cuantiosísimo mal que le habían hecho, y luego ya más tarde, todo el valle ya convencido de que sólo Rosina podría salvarlos de aquella maligna peste que llevaba a sus vidas y diezmaba a sus ganados, se reunieron en comunal junta las seis aldeas que formaban el valle, y acordaron con el consejo del cura que el veía en aquella santoral industria un saneado negocio para su cuarexa (cartera), levantarle en el centro del valle con todo el apremio que fuera posible, una pequeña capilla, dónde se veneraría la imagen de Rosina con el Santo nombre de Santa Rosa, que sería siempre la soberana y fiel guardadora de todas las gentes y eros de aquel valle, dónde siempre había vivido con la felicidad y alegría de un ángel, y había sabido morir, con la entereza, resignación y valentía, con que suelen hacerlo los santos mártires. —Y fue cosa casual, o tal vez milagrosa, pues nadie a ciencia cierta sabe hasta dónde llegan los misterios que encierran a la Humanidad, la historia o leyenda fue que nada mas que dio comienzo la santoral obra, otra vez volvió a reinar en el valle la alegría y a felicidad, la prosperidad y el bienestar que siempre tuvo, que según el parecer de todos desde el mismo Jardín del Cielo, a todos por igual les enviaba Rouxina, la Melgueira ya embruxante xanina, que ellos un día tentados por el mismo demonio, la habían insultado, despreciado e inhumanamente asesinado. —Y así todos los años, en la misma fecha que la habían tan vilmente apedreado quitándole tal vilmente la vida, viejos y jóvenes, gozosos y felices, alegres y llenos de sana y recia fe, cantaban y bailaban lo mismo que solía hacer la Xana Rosina, y satisfechos de natural felicidad se divertían al lado de su encantadora ermita, festejando con suprema fe su Romería.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > freirus

  • 11 рассказывать

    несов.

    расска́зывают, что... — se dice que..., cuentan que...

    ••

    расска́зывать ба́сни — contar historias (fábulas), decir cuentos

    расска́зывайте кому́-нибудь друго́му! — ¡vaya a contar eso a otro!, ¡a otro perro con ese hueso!

    что ты мне расска́зываешь? — ¡no seas cuentista!

    * * *
    несов.

    расска́зывают, что... — se dice que..., cuentan que...

    ••

    расска́зывать ба́сни — contar historias (fábulas), decir cuentos

    расска́зывайте кому́-нибудь друго́му! — ¡vaya a contar eso a otro!, ¡a otro perro con ese hueso!

    что ты мне расска́зываешь? — ¡no seas cuentista!

    * * *
    v
    gener. contar, mencionar, narrar, recitar, referir, relacionar, relatar

    Diccionario universal ruso-español > рассказывать

  • 12 ruxír

    Ruxír, sonar, toda clase de ruidos y sonidos. Si yo fuese músico, creo que haría ahora mismo una pieza de natural música que le llamaría...El Ruxir de l'Aldina. Pero como no soy músico ni aficionado siquiera, yo le voy a cantar a mis aldeas de la única forma que conozco, que aprendí y me enseñaron, sencillamente así. “EL RUXÍR DE L'ALDINA” —Ruxen lus ferraxes de les madreñes, per d'euria de les ñidióuxes llábanes, qu'enllabanen les pedreires, de caleyones, atayus caminus ya carrilones, que baxen de les morteires ou brañes, moyáus ya esguiladizus per el orbayu de la borrina, qu'abaxandu del puertu encaxoná, pente lus arbolaxes de les fondigonáes, acobertoria per tous lus lláus a lus vaqueirus, que ya baxen d'abrañare, esmadrenándu con esboriaures pelligróuxes, qu'angenes veices fanles esmurgazase nel xuelu, bazcuchandu la lleichi ou fayánduxe mancaures al focicase per mor del esborión per enría les chábanes. —Abaxu na vátchada, metanes na mesma aldina, tamén fae chambidura la borrina, con sou frisca ya cristialada orbayada, qu apaxiguá le xede de lus verdis maizales, amagostainus per la callor del aburióuxu branu, nel sou mes de coyer l' escanda. Tóu ta pingandu per tous lus lláus, ya dalgún llabor encalda la xente nus sous erus, metantu qu'el Pá Sol nun desfaiga la borrina, empuxándola xelínmente fasta lus faidieyus de lu cimeiru del puertu, ya escarrapiétche 'l bon díe que d'afechu l'esfaiga, ya entóus llúcense montes ya vátchines, llombes ya fondigonáes, dientru d'un relluciente cheldar de lluz ya callor, que tal apez qu'el Güenín del Faidor, pintóu con sou mexor pincel, tous lus llugares de l'embruxadora aldina. —Ruxen les branques ya manteigóuxes lleichis en prixoneira mazaura, dientru de lus butiétchus fechus con lus pelleyus de lus chucus que per la festa de l'aldina s'achuquinaran, ou piétchaes en caramañoles de fierru xolateiru, metanes d'enría 'l llombu de lus allegres vaqueirus, qu'en beceira xuxeante de comunal xaréu, baxen de suos brañes con el lleichi de les sous vaquines, que guareciendu quedaren nes pradeires de l'aldina les tiernes paciones enxemáes de chárimes, choramicáes en orbayu d'orpina per la prietona borrina, con sou paxiétchu ñubóuxu que nun dexa ver, nin la mesma mán dellantri lu güeyus, metantu nun s'esborre per les chambidures qu'el Sol le faiga. —Ruxen metanes nus ciarrus enxemáus de matoxus ya orbolíus, que axuqueren lus lláus de lus caleyones ya oitres chugares, lus probetayus e allegres paxarinus, que caten ente lus raigoneirus de lus ablanus, zreizales ya mamplenáus de clás d'arbolaxes, llimiagucus, merucus ou rispiayus de comedeira, pa fer conxuelu nus sous ventronucus, perque lus probitinus nun s'atrebin a ñalar mái lexus penti 'el escuru mantu que la borrina texe. —Ruxe 'l gurgútchu de la palomba turca qu'apoxentá ente lus focharascus de lus carbayáles, faidáles, casteñéus ou mamplenáu d'arboliades esñarbaxa per sous frutus ente gurgútchu e gurgútchu. —Ruxe fayendu naluxus nel aire 'l xilbíu melgueiru del tordín malvís, xuntu conel cantigu del xilgueiru, que son paxarinus cantores de les mious aldines. —Abaxu na mesma vatchada, ruxe la má metanes cual chare, apuxandu 'l fuéu fayendu 'l potaxe, cebandu les pites, fartandu lus gochus, añicandu 'l nenín, qu'achucáu nel trubiétchu chora esconxoláu perque quier la lleichina qu'el sou pá de la braña fai xeru en baxale. —Ruxen les mozaquines nus sous chaboreus, unes xacandu de les altabaques la guya yal filu, pa faer coxedures nes róupes riasgáes, oitres nel texe que texe les llanes filáes, fayendu escarpinus, llásticus, calcetus ou oitres couxines que xon ñecexaries. Ya oitres mozaques poblean lus teixus, fregandu cacíus, barriendu les sales, ximielguen xergones, espulguen les mantes, ya cantandu allegres estiren les cames. —Ya despós s'encalda, acuétchen lus fatus que ya tan gochizus dientru del sou paxu, ya van a llavalus al mesmu regueiru qu'abaxa del puertu, abayandu les agues de mái de mil fontes, fresquines ya llimpies, ya sanes nel lleldu de ser melecines, pós cuecen el pote 'n dous fervediores, ya llaven lus fatus con dous refreigones. Ya metandu lus llaven, les guapes mocines con melgueira fala, esnalen nel ventu tonáes d'amore, ou cúntenxe couxes, ya puches gracioxes de lus sous amantis, ou falen de festes, de dancies, caxorius, de guapus paxiétchus, qu'angunes xemáes de fellicidades, llucieran allegres na festa l'aldina. Ya en chancia apená, tamén fan escarniu de la probe moza que dexóla 'l mozu, ya naide s'escapa de ser esmianáu per aqueches neñes tan refalfiadores, que puenenyi puches ya encáldaye taches fasta 'l mesmu cura de la sou illexina. —Metantu n'aldina lus pitus s'encriesten ya con fuercia canten, les vaques que bramen, lus bracus que gurnian, un nenu que chora, una má que chama, un mozu que canta, un carru que rincha, un pótchin que ronca, lus pirrus que lladran, ruxír de las lluecas ou de las esquilas d'angunas bétchadas. —Ruxen lus xegotes qu'axerran chaplones p'encantexar lus prexéus que tan espiazáus, ruxír de les zueles que fan calzaures pal ramu ou carriétcha que t'escalzáu, ruxír de martiétchus qu'allanquen ferraxes ou faen encantexus d'enría les madreñes que tan raxetáes, goxeirus que ruxen al faer les goxes, maniegues, esquirpies, ruxír de xugueirus cundu fan lus xugus, xuguetas, cachapus. —Ruxe 'l cantíu xordu del bétchau regueiru qu'empuxa con fuercia 'l molín pequenu, que muel la cebeira roxina ou branquina, ya esfáela en farina que ye 'l pan benditu, frutu del trabayu de besties ya xentes, qu'algemen el ciellu nes mious aldeines. Ya tamén ye frutu de les orbayáes que fai la borrina, que dexa sous chárimes d'enría lus erus paque nun s'aburien cundu 'l Sol apuxa. —Ya despós, cundu 'l Sol alluma ya con la sou fuercia desfai la borrina, ya enxuga 'l aguaxe qu'enría lus erus punxerun sous llárines, toes les xentes ruxen ya colen con priexa fayendu en bon tinu lus sous llaboréus, ya miren con güétchus fervientes d'orgútchu lus verdis maizales con sous panoyaxes, lus préus dunde crecien les tienres paciones, ya lus ablanéus con mái carrapiétchus que de fuées tenen, ya las pumaráes, cereizales, ñocéus, grandies castañéus, tou no miou aldina xuxeante ruxía dientru de folixa de sana allegría, curiáu con cariñu per aqueches xontes que yeren la vida del ruxír ca díe nes mios aldeinas. —Güéi que ta l'aldina d'afechu desfecha, xenardu con allegre pena mious anus llexanus cundu yera guaxe, cundu trabayaba sous erus d'embruxu, cundu a voz nel ventu cantaben les xentes choraben lus nenus, rinchaben lus carrus, bramaben les vaques, gurniaben lus bracus, ruxía la vida per tous lus chugares, cundu you galamieba escalzu ya con fame, llindiandu les vaques y uveyes ou cabres cantandu felliz lu mesmu qu'un ánxel. TRADUCCIÓN.—(EL CANTE O SONIDO DE LA ALDEA) —Suenan los herrajes de las madreñas por encima de las resbaladizas y finas losas que embaldosan los caminos de piedra, que bajan desde las morteras, brañas o demás eros de la aldea, mojados y resbaladizos por el tenue y casi invisible lloviznar de la niebla, que bajando desde lo más alto del puerto encajonada, por entre los tupidos arbolajes de las hondonadas, que tapan por todas partes a los vaqueros que bajan de ordeñar sus vacas, haciendo sonar sus madreñas con resbaladizo peligro, que muchas veces les hace caerse en el suelo, vertiendo la leche, o haciéndose daño, por la causa de haberse resbalado sobre las finas losas. —Abajo en la vallada envolviendo por completo la dulce aldea, también hace lameduras la oscura y húmeda neblina con su fresca y cristalina escarcha, que apacigua la sed de los verdes maizales, que se encogen por la calor del verano, en el mes de agosto, llamado el de recoger los panzales. Todo se encuentra mojado por todas las partes, y ningún trabajo hacen las gentes en sus eros, mientras que el padre sol no deshaga la niebla, bien convirtiendo parte de ella en efímera llovizna, a la par que la va empujando suavemente hacia los montes de enanas hayas que coronan lo más alto de el puerto, donde ya el sol dominándola hace que el día se despierte majestuoso y soleado, y entonces se lucen montes y valles, lomas y hondonadas, dentro de un reluciente hacerse la luz y el calor, que tal parece que el Bueno del Hacedor, pintó con sus mejores pinceles todos los misteriosos lugares de la embrujadora aldea. —Suenan, cantan, se mueven las blancas y mantecosas leches en prisionero movimiento, dentro de los odres hechos con las pieles de los corderos sacrificados en la fiesta de la aldeina, o cerradas en recipientes de hierro o lata, puestos a modo de zurrón sobre las espaldas de los vaqueiros, que en reunión crecida de ruidos y murmullos, descienden de sus brañas con la espumosa leche de sus vacas que quedaron paciendo en las praderías de la aldea, las tiernas paciones regadas por las lágrimas que en forma de escarcha o llovizna, dejó caer la negra niebla, de su traje de densas nieblas, que no deja ver ni la mano delante de los ojos, mientras que no se deshagan por las caricias y fuerza del sol. —Suenan dentro de los matorrales poblados de arbustos y árboles de todas clases, que limitan los caminos y otros lugares, los pobrecitos y alegres pajarinos, que buscan entre las raíces de los avellanos, cerezos, y demás árboles, toda clase de comida que les haga consuelo en sus pequeños estómagos, porque los pobrecitos no se atreven a volar más lejos por entre el oscuro manto que la niebla teje. —Suena, canta la paloma torcaz, que puesta entre las hojarascas de los robles, hayas, o demás arboladas, come por sus frutos entre arrullo y arrullo, lo mismo que hacen los cuervos y los grajos, los pájaros carpinteros y miles de pájaros que pueblan los encantados y ubérrimos bosques, que rodean la recia y dulce aldea. —Suena, canta silba haciendo revoloteos el silbido del tordo malvís, a la par que el risueño jilguero hace su cántico que son los tenores cantores de mis aldinas. —Abajo en la vallada dentro de las casas, suena la música del hacer cotidiano de la madre, que aviva el fuego para hacer la comida, que da de comer a las gallinas, que cacarean peleándose por el grano, que harta a los cerdos que dejan de gruñir, que mece cariñosamente al niño, que acostado en la cuna llora desconsolado, porque ya desea la espumosa leche, que su padre ya tarda en bajarle de la braña. —Suenan, cantan, se mueven las muchachas en sus labores, unas sacando del cesto de la costura la aguja y el hilo, para coser las ropas estropeadas, otras en el teje que teje las lanas hiladas, escarpinus, jerséis, calcetines, u otras muchas cosas que son necesarias. Otras muchachas arreglan la casa, fregando los cacharros, barriendo las salas, moviendo los jergones, espulgando las mantas, mientras que cantando alegres hacen las camas. —Y después si procede, recogen las ropas sucias dentro del cesto o balde y van con ellos hasta el cristalino torrente que baja del puerto, recibiendo y batiendo las aguas de más de mil fuentes, puras y limpias, y sanas en el nacer que sean como medicina, pues cuecen todas las legumbres con rapidez y lavan las ropas más sucias con dos refregones. Y mientras que de lavanderas trabajan, las hermosas y naturales muchachas con una dulce palabra, colocan en el viento canciones de amores, o se cuentan cosas satíricas y graciosas de sus novios amantes, o hablan de fiestas, de bailes, casorios, de hermosos vestidos, que algunas sembradas por la felicidad, lucieran alegres en la fiesta de la aldea. Y en serio o en broma también hacen critica de la pobre moza que la dejo su novio, y nadie se escapa de ser criticado por aquellas mozas tan llenas de vida, de sana alegría y crítica sana, que le ponen trabas y le hacen sátiras hasta el mismo cura de su propia iglesia. —Mientras en la aldea los gallos se encrestan con fuerza cantan, las vacas que mugen, los cerdos que gruñen, un niño que llora, una madre que llama, un mozo que canta, un carro que chilla, un burro que ronca, los perros que ladran, el sonar musical de los cencerros y las campanillas de las vacas paridas. Suenan los serruchos que sierran los tablones de madera para arreglar los aperos que se encuentren estropeados, suenan las azuelas que hacen calzaduras para los rastros y carriétchas que están gastadas. Suenan los martillos que clavan herrajes, o hacen remiendos en las madreñas rotas o desgastadas. Artesanos que hacen el natural ruido cuando fabrican sus cestas con baniétchas de avellano, suena también como formando parte muy preciada, el afanoso trabajo del madreñeru y xugueiru, que lo mismo hace unas delicadas y hermosas madreñas propias del pie de un ángel, que un fuerte y potente yugo para la yunta del más exigente carretero, como un cachapu o cualquier otro apero de la labranza. —Suena, canta, ruge con potente instrumento, el pequeño molino que empuja con fuerza el rico torrente, donde se muele el grano para tornarle en blanca y fina harina, que es el pan bendito, fruto del trabajar cotidiano de gentes y bestias, que alcanzan el cielo en todas mis aldeas. Y también es fruto de las escarchadas que dejó la oscura neblina, encima de todos los eros de la embrujante aldina, para que no se secaran cuando el sol aprieta. —Y después, cuando el sol alumbra y con su grande fuerza deshace o pone en franca fuga la lloviznosa neblina, y seca el rico rocío que encima de sus eros dejaron sus lágrimas, todas las gentes suenan en su marchar con prisa para hacer con buen tino sus labores, y miran con ojos hirviendo en el natural y sano orgullo, los verdes maizales llenos de mazorcas, los prados donde crecen las abundantes y tiernas paciones, los avellanos cargados de fruto, los mazanéus, las cerezales, los nogales, los frondosos y grandes castañedos, todo en mi aldea con crecida fuerza sonaba, cantaba, reía, dentro de la más pura y natural alegría, cuidado en todo momento y tiempo con respetuoso y cariñoso trabajo, por aquellas nobles e hidalgas gentes, que eran la vida hace años, del sonar, del cantar, del rugir natural y puro de todas mis aldeas. —Hoy que ya está la aldea casi del todo despoblada, y todos sus ricos eros son pasto del abandono y de las malas hierbas, mi añoranza sencilla, simple y aldeana, con alegre pena viaja en mi pensamiento hasta los lejanos años de mi niñez, cuando vivía y trabajaba en sus eros de embrujo, cuando a voz en el viento sus gentes alegres y gozosas cantaban, cuando lloraban los niños, cantaban los carros, mugían las vacas, gruñían los cerdos, cuando sonaba, cantaba, rugía la vida en todos sus eros, cuando yo corriendo descalzo y lleno de hambre, cuidaba las vacas, ovejas y cabras, cantando feliz lo mismo que un ángel. —Si yo fuera músico, le haría un himno a mis aldeas con todos sus naturales y sencillos instrumentos, y lo terminaría con el silbido de las fábricas, el rugir de sus poderosas máquinas de vida y de progreso, y el aullar triste y desgarrador de los ingenios de guerra y de muerte. Todo este RUXIR desencadenante que nació en el natural ancestro de la aldea, y hoy surca con rapidez los cielos, y tiene sus púlpitos en las más populosas y ricas ciudades de la Madre Tierra, ha despreciado a la aldea, a sus costumbres, sus tradiciones, sus raíces, que fueron el natural alumbramiento de tanto sublime y necesario progreso. Yo creo, que quienes pierden sus ancestros, sus naturales tradiciones y profundos raigones, se deshumanizan, y no saben valorar después en la medida que se merece, el divinizante progreso que hará que el Hombre encuentre en la profundidad del venidero tiempo, no sólo su felicidad y gozo, sino que le logre arrancar de las negras garras de la vieja Muerte, ese aguijón que mata, que desde que nacemos pende sobre nuestras vidas y cuando en la razón entramos nos hace acondicionarnos al resignado suplicio de tenernos que morir. Por regla general los grandes sabios que tuvo la Humanidad, siempre buscaron la más profunda humanización en las raíces del sencillo y simplista pueblo, porque creo que llegaron íntimamente a descubrir, que el ser que no tiene raíces, o que se ha xebráu de su tradicional ancestro, es un parásito o una máquina que hizo la Humanidad para la fría muerte, o para trabajar el egoísmo, nefastosa alambrada que detiene de alguna manera el avance del indetenible progreso.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > ruxír

  • 13 busgóuxu

    Busgóuxu, dios mitológico astur que habita en los bosques cercanos a los pastos, y cuando en éstos el Busgóuxu ve alguna muchacha apacentando sus ganados, la tienta y la embruja de tal misteriosa manera, que cualquier hombre que en tales trances junto a ella llegare, sería reducido por la muchacha arrastrándole a una orgía de placer, que ninguno de los dos en su vida olvidaría jamás. Dicen que el busgóuxu es el espíritu de todos los sátiros del mundo. Cuentan de él también que es un dios hermoso a pesar que lo pintan como a chivo sarnoso, que no tendría ninguna misión positiva para existir. —Pero todos los jóvenes de los tiempos pasados que vivían atados a la dura y miserable existencia de ser humildes campesinos y pobres pastores de las tierras hermosas de la dulce Asturias, cuento que todos sabemos que el Busdeigu (Busgóuxu) existe, y que no es un duende feo como el chivo sarnoso, sino que es hermoso, tentador, ardiente y sátiro, que muchas veces nos llevaba al amor inocente y puro, sin saber por que se llegaba a la natural fuente que le da razón de placer al Hombre. En este pequeño relato de Xulín de Lluza, podrán ustedes observar a los dos Busdeigus, tentando al hermoso, al puro y al natural, así como también al chivo sarnoso. «MELGUEIRA XUVENTU» Cuntu m'alcuerdiu, cuntu xenardu you n’agora que de min xebróuxe miou esgraciaína, famienta, trabayada y'arretrigá xuventú, toes les couxes que se faen cundu se ye xoven, paeme a min que toes son bones, se ‘l xoven que las cheldéa ye un rapazón comu l' Faidor manda. Alcuerdiome xemardiandu nu más fondeiru de miou xebrá xuventú ya xonriyéndume pe lu baxu, de la miou primeira cortexada, yera you 'n rapazacu, 'n guaxetón que puéi que tuviés una ucena d'anus, foi pel mes de la yerbe (el mes de Xuliu), taba you de yerbeiru na teixá d'un amu que quixu profiyame perque ‘l probe nun teñia fíus, peru miou má dixoye, que más que tuviés que dir de rodiérches miagandu chimosna fasta lus mesmas enfermus, qu'echa nui daba a nadie un fiu, qu’endenantes que d'aquién lu xupiés, écha na sou alma ya lu hubiés queriu. El casu fói, que comu ‘l die nun taba p'andar a la yerbe, perqu'andaba la borrina mu baxa, y'enchoramicaona dientru 'n urbayu que tou lu moyaba, mandume ‘l miou amu dir llindiar les vaques al Fadiernu, que yera un pastu comunal, e achí tamién allindiandu Ies sous vaques taba Faela, una guaxetona de mexiétches colloráes, de guedérches roxes ya 'n sen escarpenare, ximple, ñatural y'axabaliná lu mesmu que you lu yera. Comencipiamus entexuntus a faluchar, ya nun de vaques, nin de pites, nin de nagua, que nun fora de les nuexes couxiquines, y'ente falagus de pallabres, ya falancies melgueires, encadexaines con miradiétches que furacaben lus nuexus xentius, tábemus encaldantu tantu faela comu you la nuexa primer cortexada. Anxina foi, qu’ente miradiétches ya falagus de falancies, cheldámunus embruxáus dientru d'un xugaretéu, y'ún per d'enría ‘l oitre 'ngarapoléus, cundu nus dimus cunta, tabamus añuedandu ‘l cibiétchu, lu mesmu que se fora la couxa más ñatural. —Achucáu d'enría la Faela you taba tan cuntentu comu écha que taba debaxu, cundu Xocurra, que yera una vaqueirona xolteirona ya maura pe lus anus, ameruxáu de mala lleichi, ya conuna llingua más aguxá qu’el obreiru la guítcha que chebaba ente sous manus, comemcipióu a ximielganus guichadazus per d'enría les ñalgues, primeiru a mín ya despos a la probitina ya xantiquina de Faela, ‘l casu foi, que chebantámunus con más priexa que cuerre ‘l rellámpagu, ya llanzandu glayíus de dollor xebrámunus d'el chau d'echa galamiandu comu lus curzus metantu nus esfregámabus les endollories ñalgues ya tul chumbu, ‘l parexu qu'echa nus nomaba xinvergüencies, y'una riestra d'inxultus tan grandie comu ‘l mes de mayu. —Cundu ‘l atapecer la tardi chegamus a l’aldina, dibamus amamplenáus de miéu ya de vergüencia detrás de les nuexes vaques, nun iñurandu que ya la magotona de Xocorru hubiés cuntáu per toa l'aldea lu que fixéramus nel Fadiernu. —El goxetáu de miéu que chebábamus dientru ‘l nuexu curpu, féxuse nun esquirpiáu, cundu agüétchamus al pá de la Faela xentáu ‘l lláu del abrebadeiru del ganáu, conún manoxu d'ortiegues ente les sous manes aguardandu qu'echegáramus al cháu d'él, a mín que la esperencia m' hubiés adeprendíu fuyír de la queima endenantes qu'enría mín en fuéu se fixera, aconsexábame que me xebrara con priexa d'aquel pelligru que diba mugar d'nría ‘l miou curpu aquel manoxin d'ortiegues. Peru cundu agüétchei ‘l cháu migu con la mocheira baxa ya choramicandu a la probitina Faela, tristeyaoná, ya más avergüenciá qu’el mamplenéu de miéu que na sou entrana cheldar fixera, diximióxe l'arganá de fuxír, ya quedeime ‘l cháu de Faela, y'encuntes chegamus al frenti ‘l sou pá, ísti chebantouxe del abrebadeiru dóu taba 'xitiáu, coyume debaxu ‘l sou brazu como ‘l guaxe que yera, y'en xin ñecexidá de baxame ‘l calzonín perque teñía esgazá toa la culeira, quedandu les mious ñalguines al entestate, apurrióme conaquel fogueiróuxu manoxu d'ortiegues tal fatáu de manuxazus, qu'entabía ye ‘l die de güéi, que cundu m'alcuerdiu, fiervenme les ñalgues lu mesmu que se d'enría ‘l fuéu las punxeira. —Melgueira xuventú, lu más honréu ya guapu que naide mexor poder fixera, que naide vous arrapiegue la llibertá, lluchái per écha, peru faceilu con imaxinación, con la preparaxón que güéi tenedis, sen faer enxamás usu de la fuercia, perque per faer tal couxa, les oitres xuventúes que güéi son mauras ya viétchas, fixerun de Nuexa Patria, regueiráes de chárimes ya de xufriencias, cuandias per tous lus cháus corrumpinás de cadermus, que yeren nuexus pás, ya nuexus queríus hermenus, ya fixerun que miou xeneración, fora la más esgraciaína, de cuntas en tou ‘l mundiu ñacieran. ¡MELGUEIRA XUVENTU...! ¡Facéi ‘l futuru de la Nuexa Patria hermenéu ya felliz, pa que vous miren sen miéu ya con respeutu, les oitres xuventúes venideiras! «LA DULCE JUVENTUD» —Cuanto me recuerdo, cuanta añoranza siento yo ahora, que de mí se alejó ya para siempre, mi desgraciada, hambrienta, trabajada y prisionera juventud. Todas las cosas naturales que se hacen cuando uno es joven, me parece a mí que todas son buenas, si el joven que las hace es un muchacho como dios manda. —Me recuerdo añorando en lo más profundo a mi ya alejada juventud, y sonriéndome por lo bajo de mi primera cortejada. Era yo un mozalbete, casi un niño, pues puede que no tuviera una docena de años, sucedió por el mes de la hierba (Julio), estaba yo de Yerbeiru (criado contratado para el mes de la hierba) en el caserío de un amo que quiso prohijarme porque el pobre no tenia hijos y yo al parecer le interesaba. Pero mi madre le dijo, que más que ella tuviese que ir de rodillas pidiendo limosna hasta los mismísimos infiernos, ella no daba a nadie un hijo, que antes que nadie lo supiera, ella en su alma ya le hubiera querido. —El caso fue, que como el no estaba para andar a la hierba, porque andaba la niebla muy baja, y haciendo lágrimas dentro de una llovizna que todo lo ponía mojado, me mandó mi amo a cuidar las vacas al prado del Recogido que era el pasto comunal de todos los vecinos, allí también cuidando sus vacas estaba Rafaela, una mozalbeta de mejillas sonrojadas, con grandes rizos rubios y sin peinar, simple, natural y asalvajada lo mismo que yo lo era. —Empezamos a hablar muy juntos, y no de vacas ni de gallinas ni de nada que no fuese de nuestras íntimas cosas, y entre halagos de palabras, dentro de dulces falancias, encadenadas con miradas que agujereaban nuestros sentidos, estábamos haciendo tanto Rafaela como yo nuestra primer cortejada. —Así fue, que entre miradas y halagosas charlas, nos hicimos embrujados dentro de armoniosos juegos, y abrazados felices y gozosos rodando uno por encima del otro, apretados por pasión desenfrenada, natural y pura, cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos dichosos haciéndonos el amor como si fuera la cosa más natural de la Creación. —Acostado encima de la Rafaela yo estaba tan contento como ella que estaba debajo, digo que así nos encontrábamos felices los dos, cuando Socorro que era una vaquerona soltera y ya madura de años, endemoniada de malos instintos y con una lengua más afilada que el aguijón de una aguijada que así llevaba entre sus manos, comenzó a sacudirnos fuertes palos por encima de nuestras nalgas, primero a mi que más a mano me tenía, y después a la pobrecita y santina de Rafaela, el caso fue, que nos levantamos con más prisa que la que lleva el relámpago, y pronunciando gritos de dolor nos alejamos del lado de ella corriendo como los corzos, mientras que nos rascábamos las doloridas nalgas y todo el cuerpo, al parejo que ella nos insultaba llamándonos sinvergüenzas, y todo un rosario de insultos tan grande como el mes de Mayo. —Cuando al oscurecer la tarde llegamos a la aldea, lo hacíamos llenos de miedo y de vergüenza detrás de nuestras vacas, no ignorando que ya la bruta de Socorro hubiera contado por la aldea lo que hubiéramos hecho en el Recogido. —El cesto de miedo que llevábamos en nuestro cuerpo, se hizo enormemente más grandioso, cuando vimos al padre de Rafaela sentado al lado del bebedero del ganado, con un fuerte manojo de ortigas entre sus manos, aguardando que llegásemos a su lado. A mi que la experiencia me había enseñado a huir de la quema antes que el fuego me prendiese, me aconsejaba que me marchase con prisa de aquel peligro, que iba a martirizar mi cuerpo con aquel manojo de ortigas. —Pero cuando vi a mi lado con la cabeza baja y desconsolada llorando a la pobrecita de Rafaela, hasta el fin entristecida y más avergonzada que el enorme miedo que en su entraña lugar hiciera, se me apagó la enorme gana que de huir tenía, y me quedé al lado de la santina Rafaela, y cuando llegamos frente de su padre, éste se levantó del bebedero donde estuviera en la espera, me cogió debajo de su brazo como al niño que era, y sin tener ninguna necesidad de bajarme el pantalón porque tenía rota toda la culera, estando mis nalgas al puro aire, pues me atizó con aquel fogueroso manojo de ortigas tal cantidad de manojazos, que todavía es el día de hoy, que cuando me recuerdo, me hierven las nalgas lo mismo que si encima de ellas el fuego pusieran. —Dulce juventud, lo más honrado y hermoso que nadie mejor poder hiciera, que nadie os robe la libertad, luchad siempre por ella; pero hacerlo con imaginación, usando la preparación cultural que hoy os acompaña sin hacer jamás uso de la fuerza, porque por hacer tal cosa, las otras juventudes que hoy son maduras o viejas, sembraron en Nuestra Patria ríos de lágrimas y de sufriencias, tumbas por todos los lados repletas de cadáveres, que eran nuestros padres y nuestros queridos hermanos, e hicieron que mis generaciones fueran las más desgraciadas de cuantas en el mundo nacieran. ¡Dulce Juventud... haced el futuro de Nuestra Patria hermanado y feliz, para que os miren sin miedo y con respeto, las otras juventudes venideras! —Y ahora díganme ustedes si en este suceso, no había unos duendecitos buenos y malos, que bien pudieran llamarse los Busdeigus o Busgóuxus.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > busgóuxu

  • 14 xudas

    Xudas, Judas, discípulo de Xexús el Ñazareno, que al decir de las Sagradas escrituras ha vendido a su Maestro, dando pie su comportamiento a que su nombre pasase a la historia como el más taimado y despreciable traidor. —Pero siempre según mi manera de pensar y analizar las cosas desde el prisma que alumbra mi pensamiento, he llegado a la siguiente conclusión, que de segura para muchos, muchísimos ha de ser una burrica, o una locura sin el menor fundamento, pero desde luego para mí es lo más cerca de la verdad de aquel misterio, que le dio al Mundo su razón de estar y ser, dentro de la esperanza de alcanzar tras la muerte un mundo nuevo y justiciero. —Si no estoy equivocado, no existe en ningún archivo ningún documento que acredite que Judas sabía escribir, por lo tanto Judas era analfabeto, lo mismo que Xexús el Ñazarenu, así pues Maestro y discípulo no sabían ni leer ni escribir, mientras que algunos o casi todos los demás discípulos de Xexús si que sabían, por lo tanto, quienes en aquella época estaban dotados de esta cultura, debían de ser poderosamente gentes de marchada influencia. Yo pienso que Judas fue el primero que descubrió que Xexús era de verdad un poderoso dios, por lo tanto él no ignoraba que cada pensamiento suya era por su Maestro sabido en el momento que su mente lo alumbrara. Como me llevaría muchos folios en hacerles comprender mis pensamientos, en este poema, ya que es la diosa poesía la mejor manera de decir las cosas sin perder el tiempo, por el decirme del mismo Xexús, yo les comunico su mandamiento. “EL CANCIETCHEIRU DEL FAIDOR” “EL PORTERO DEL HACEDOR” —Xebróuxe una nuétche pel xuenu miou penxamentu miou envidayer fasta 'l Ciellu, e achí topéi na sou porta comu prinxipal porteiru, al Xudes qu'aquín se fala, vendiú a Xexús naquel Güertu. —Mi sorpresa fue tan grande al ver tan alto suceso, que Cristo que cerca estaba se acercó a mí con cariño, y me dijo lo que cuento: —No te extrañe mi poeta de humildad en tus haceres y de grandeza de sueños, de ver a mi hermano Judas en mi casa de portero, pues sepan todas las gentes por tu sencillez contado, que Judas analfabeto, como Yo también lo fui, nunca fue mi tesorero ni me vendió por dinero. —Ya que yo he sido tan pobre que jamás quiso la suerte en el tiempo que viví, de tener entre mis manos a la vez más de un denario. —Y tan corto tiempo estaba tal moneda en mi poder, que jamás en mi bolsillo yo la quise recoger. —Y quien dijese que yo tuve una vez tesorero, la verdad que no mintió, pues mi obra y mi trabajo yo la hice para el Pueblo, el Pueblo la recogió si supo ser tesorero. —...¡sé que en la Tierra me pintan cuando festejan las Pascuas, montado en humilde burro desperado la humildad. —Diles poeta sencillo con tus glosas naturales que mienten por apurarse en querer decir verdades. —Sólo cuando de pequeño, que acompañaba a mi padre el Patriarca San José, a trabajar las maderas en cien aldeas dispares, el me subía al pollino porque cansado lo estar, y yo presto me apeaba y le decía a mi padre, que el pobre asno era viejo y más que yo se cansaba. —Diles también que fue Judas, el primero en bien amar a su pueblo esclavizado por el Romano invasor. —Diles también que fue Judas hombre labriego y honrado, que trabajó como esclavo para el Cesar desalmado, que le robó el ser Humano al chuparle su sudor. —Cuenta al mundo mi poeta, prisionero y humillado, analfabeto en las letras pues como tú no habrá dos, que Judas fue el primer Hombre que como a Dios me trató. —Y por esto le he legado el grande honor que le di, de ser él quien me vendiera, porque el que en mi no creyera no podría venderme a MI. —Y no me vendió por dineros, como cuentan los letreros que describen mi ser Hombre que aseguran mi ser Dios, ni tampoco por venganzas ni taimadas intenciones, ya que Judas me quería sabiendo que Yo era dios, por esto jamás pensó en nada que fuese malo, porque Judas bien sabía que Todo lo sabía Yo. —El me vendió a los malvados buscando la libertad, con la muy Humana idea, de que a todos yo venciera, a que su inocencia hermosa y firme creencia en Mí, pensaba que Yo de un soplo libre dejaría su tierra del despiadado invasor. —¡...Pobre Judas...! —¡Sentí pena cuando le vi atormentado, no alcanzando a comprender como sabiéndome Dios, me dejaba atropellar por aquella lacra Humana que tenía que vencer. —¡...Lo que Judas no sabía es que así habría de ser...! —Durante todo el calvario que como Hombre sufrí, más que Yo, Judas Sufrió, pues cada látigo horrendo que mis carnes laceró, o la palabra injuriosa, de quienes me insultó, eran para el pobre Judas más dolor y triste pena, que como hombre sufría Yo. —Cuando después de ser muerto y mi cuerpo sepultado, sólo Judas se creer, que Yo volvería a nacer otra vez con mi poder, para dar, nuevo volver a ser su hermano y amigo, a ser su Dios venerado, muy querido y adorado, por esto allí escondido, muy cerca de mi sepulcro, de tristezas abnegado, con alegrías mezclado, el esperaba el momento de Yo ser resucitado. —Pero no aguantando el cuerpo tanto puro sufrimiento que hasta el dolor le llevaba, ni tanta sana alegría que al ser feliz trasladaba, fue vencido por el sueño, y así dormido lo estaba cuando yo lo reparaba, y le halagué con cariño, y mis manos al tocarle y mi voz cuando le habló, le hicieron dejar el sueño cuando yo le desperté. —Vino Judas hacía Mí, no con miedo a su castigo que él sabía no tener, pues todo su ser entero era un júbilo del Cielo, entregado por entero al amor que me tener. —Yo le miré felíz, y fue tan grande mi gozo de verle a él tan feliz, que me dió pena al decirle, que él quedaría en el mundo marcado como el traidor, que a Cristo vendió en el Huerto y tal venta no existió, porque lo que hizo Judas como Hombre lo haría Yo. —Y así el Dios Jesucristo que yo visite en el sueño, estando en cárceles preso, se despedía de mí, y hablando en mi dulce lengua esto fue lo que escuche: —Cuerre galamia con preixa, poeta que fás falancies na melgueira llingua astur, pos ya chega 'l carceleiru a la porta tou cubíl, cunta 'l Mundiu cuntu dixe ya verás comu les xentes chuéu per llocu te tomar. —Fala tamén qu'el bon Xudas nun ye 'n miou Teixu baldrayu, xinun que ye ‘nte tóus lus qu'aquinde tan d'afechu, comu Humanu 'l mái llegal, ya que ye 'l canciétcheiru del Teixu del FAIDOR.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > xudas

  • 15 Daves, Delmer

    1904-1977
       Delmer Daves, que con el tiempo seria uno de los hombres claves del western norteamericano, nacio en San Francisco poco antes del famoso terremoto que destruyo la ciudad. Estudiante de leyes, cuentan que sintio de repente la fascinacion del desierto. A su vuelta de una larga y solitaria estancia en tierras de Arizona con los indios Hopi y Navajo, decidio hacer cine. Un primer contacto con los estudios californianos no lo disuadieron, sin embargo, de interrumpir sus estudios universitarios, pero despues de terminar estos volvio a Hollywood, donde consiguio un contrato como guionista. Las dos peliculas mas famosas que escribio en la decada de los 30 fueron El bosque petrificado (The Petrified Forest, Archie Mayo, 1936) y Tu y yo (Love Affair, Leo McCarey, 1939). De esta ultima existe un remake, realizado tambien por Leo McCarey, en 1957, An Affair to Remember, interpretada por Cary Grant y Deborah Kerr, que en Espana se titulo, como el original, Tu y yo y que es una de las cumbres del melodrama. Su primer filme lo dirige en 1943; se trata de la pelicula de propaganda belica Destino: Tokio (Destination Tokyo), que a pesar de los condicionantes de su gestacion resulto ser una obra muy estimable. En 1950 dirige un western seminal, Flecha rota; sera el primero de los suyos y una obra fundamental para abrir nuevos senderos argumentales al genero, en este caso el de la dignidad del nativo americano. Parece que el asunto le tocaba de cerca porque es tambien guionista, aunque en esta ocasion no director, de la pelicula de Robert D. Webb, White Feather (1955), con el mismo tono reivindicativo del indio americano que Flecha rota. Toda la decada de los 50 esta dominada, en la filmografia de Delmer Daves, por el western, hasta el punto de que apenas dirige, en esa decada, peliculas que no pertenezcan al genero. Cierto es, por el contrario, que en los anos 60, en que realizara sus ultimas peliculas, se consagra casi en exclusiva al melodrama, en un registro muy diferente del que le hizo alcanzar grandes alturas como creador cinematografico, sin que eso quiera decir que estas ultimas peliculas sean desdenables. Hom bre de estilo invisible, enormemente eficaz, es sin lugar a dudas Delmer Daves uno de los grandes directores de westerns. Posee un universo propio, que le hace brillar en el terreno narrativo tanto co mo en el conceptual. Su mirada tolerante y solidaria, al tiempo que comprensiva; su consideracion del ser humano como algo lleno de flaquezas pero rico en posibilidades; la idea de camaraderia, puesta de manifiesto en las situaciones menos propicias, hacen que sus peliculas puedan servir como modelos de cine maduro, que trasciende los limites originales del genero para ahondar en la naturaleza humana. El tren de las tres y diez y El arbol del ahorcado estan a la altura de los mejores westerns nunca realizados; Flecha rota, Jubal, La ley del talion y Cowboy se acercan mucho a los mejores. Un realizador digno de un estudio detallado dentro del mundo del western y fuera de el.
        Broken Arrow (Flecha rota). 1950. 93 minutos. Technicolor. Fox. James Stewart, Jeff Chandler, Debra Paget.
        Return of the Texan. 1952. 88 minutos. Blanco y Negro. Fox. Dale Robertson, Joanne Dru, Walter Brennan, Richard Boone.
        Drum Beat. 1954. 111 minutos. Warnercolor. CinemaScope. WB. Alan Ladd, Audrey Dalton, Marisa Pavan, Robert Keith.
        Jubal (Jubal). 1956. 100 minutos. Technicolor. CinemaScope. Columbia. Glenn Ford, Felicia Farr, Ernest Borgnine, Rod Steiger.
        The Last Wagon (La ley del talion). 1956. 98 minutos. Color DeLuxe. CinemaScope. Fox. Richard Widmark, Felicia Farr, Susan Kohner.
        3:10 to Yuma (El tren de las tres y diez). 1957. 92 minutos. Blanco y Negro. Columbia. Glenn Ford, Van Heflin, Felicia Farr.
        Cowboy (Cowboy). 1958. 92 minutos. Technicolor. Columbia. Glenn Ford, Jack Lemmon, Brian Donlevy, Anna Kashfi.
        The Badlanders (Arizona, prision federal). 1958. 85 minutos. Metrocolor. CinemaScope. Arcola Pictures (MGM). Alan Ladd, Ernest Borgnine, Kathy Jurado, Claire Kelly.
        The Hanging Tree (El arbol del ahorcado). 1959. 106 minutos. Technicolor. WB. Gary Cooper, Maria Schell, Karl Malden, George C. Scott.

    English-Spanish dictionary of western films > Daves, Delmer

  • 16 xidre

    Xidre, sidra. En dalgún llugar del mundiu naide fae la xidre que se chelda 'n Asturies, perque p'encalducar bona xidre lu primeiru qu'ún ten que tener ye la mazana, ya comu tóu 'l mundiu cumpriende mu ben, que les mexores pomaraes de tou 'l Globu tan axeitáes na nuexa Melgueira Tierrina. Naide falóu de la xidre apurriénduye la hestoria que la xidre ten. Aquindi per exemplu na nuexa Fidalga Patria España, tous sous rexióunes falen de les couxes bones que tenen, unus que xin el vín de montiétcha, oitres que ye 'l de xerez, oitres que 'l vín manchegu, etc., etc., ya per el mundiu adiantre ca cuál fala de sous vinus, ya tóus axeguren que nun lus hai mexores en dalgún lláu, peru la xidre ye la bebida mái grandie ya mái antigua de toes les qu'axisten, pos munchu antes de que Noé xemara la parra, ya despóus cundu ñacierun lus raicimus lus recoyera, ya lus machara, pa faer aquel primer vín cun el qu'apradióu la primer tarrasca, que fexu escandalizar a sous ñueras ya fíus al agüeyalu en porriques fayendu cantíus ya danciares, cheldáus na fellicidá ya l'allegría, pos munchu endenantes qu'ístu xuceder, ya la nuexa primer má Eva, entarrascare 'l nuexu primer pá Adán nel paraixu divinu del Faidor con xidre. Per lu tantu, ye la xidre la mái viétcha bebida ou comida qu'enzulóu 'l Home. TRADUCCIÓN.—En ningún lugar del mundo nadie hace la sidra que se fabrica en Asturias, porque para hacer buena sidra lo primero que se necesita son buenas manzanas, y como creo que todo el mundo sepa muy bien, las mejores pomaradas con las mejores manzanas de todo el Globo Terráqueo, están situadas en nuestra Dulce Tierrina Asturiana. Que yo sepa nadie habló jamás de la sidra dándole la historia e importancia que tiene. Aquí por ejemplo en nuestra querida Patria España, siempre se está aponderando en todas sus reglones los excelentes y sin iguales vinos que tienen, unos dicen que el mejor vino es el Montillano, otros que el Jerez, otros que el manchego, de la Rioja, etc., etc., y en las demás naciones de la Tierra sus gentes también hacen lo mismo, sin embargo no se si sabrán que la sidra es la bebida más grande e importante que existe, ya que mucho antes de que el Patriarca Noé sembrara la parra y después cuando nacieron y maduraron sus racimos, los recogiera y los majara, para fabricar aquel primer vino, con el que se montó una borrachera tan sumamente jolgoriosa, que dio lugar a que se escandalizaran sus nueras e hijos, cuando le vieron según cuentan completamente desnudo, haciendo cánticos y danzas un mucho extrañas en aquellos divinos tiempos, y todos sus decires y haceres al parecer estaban dentro de gozosas felicidades y alegrías. Pues como cuento, mucho antes que este hecho histórico se alumbrara, ya la nuestra primera madre la señora Eva, había emborrachado a nuestro primer padre el señor Adán, en el divino paraíso del Hacedor con sidra. Por lo tanto es la sidra la primera y más vieja bebida o comida que el Hombre ingirió.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > xidre

  • 17 count

    I noun
    (nobleman in certain countries, equal in rank to a British earl.) conde

    II
    1. verb
    1) (to name the numbers up to: Count (up to) ten.) contar
    2) (to calculate using numbers: Count (up) the number of pages; Count how many people there are; There were six people present, not counting the chairman.) contar
    3) (to be important or have an effect or value: What he says doesn't count; All these essays count towards my final mark.) contar, tener importancia
    4) (to consider: Count yourself lucky to be here.) considerar(se)

    2. noun
    1) (an act of numbering: They took a count of how many people attended.) cálculo, recuento
    2) (a charge brought against a prisoner etc: She faces three counts of theft.) cargo, acusación

    3. adjective
    (see countable.)
    - countdown
    - count on
    - out for the count

    count vb contar
    have you counted the money? ¿has contado el dinero?
    tr[kaʊnt]
    1 (act of counting) recuento, cómputo; (of votes) escrutinio; (total) total nombre masculino, suma
    2 SMALLLAW/SMALL (crime) cargo
    3 (point in discussion, argument) punto; (way, reason) motivo, razón nombre femenino
    1 (gen) contar
    have you tried counting sheep? ¿has intentado contar ovejas?
    2 (include) contar
    there are five in our family, counting me somos cinco en nuestra familia, contándome a mí
    there'll be 100 people, not counting the children seremos 100 personas, sin contar a los niños
    3 (consider) considerar
    1 (enumerate) contar
    2 (be valid) contar, valer, importar
    that doesn't count eso no cuenta, eso no vale
    \
    SMALLIDIOMATIC EXPRESSION/SMALL
    don't count your chickens before they're hatched no hay que vender la piel de oso (antes de cazarlo)
    on the count of three! ¡a la de tres!
    to be out for the count (in boxing) estar fuera de combate 2 (be asleep) estar frito,-a
    to count oneself lucky considerarse afortunado,-a
    to count the cost of something (consider all likely effects) considerar todos los posibles riesgos de algo 2 (suffer consequences) sufrir las consecuencias de algo
    to keep count of something llevar la cuenta de algo
    to lose count of something perder la cuenta de algo
    blood count recuento de hemoglobina
    count noun nombre nombre masculino contable
    sperm count cuenta espermática
    ————————
    tr[kaʊnt]
    count ['kaʊnt] vt
    : contar, enumerar
    count vi
    1) : contar
    to count out loud: contar en voz alta
    2) matter: contar, valer, importar
    that's what counts: eso es lo que cuenta
    3)
    to count on : contar con
    1) computation: cómputo m, recuento m, cuenta f
    to lose count: perder la cuenta
    2) charge: cargo m
    two counts of robbery: dos cargos de robo
    3) : conde m (noble)
    n.
    conde s.m.
    cuenta s.f.
    cálculo s.m.
    recuento s.m.
    suma s.f.
    total s.m.
    v.
    contar v.
    escrutar v.
    kaʊnt
    I
    1)
    a) ( act of counting) recuento m, cómputo m; ( of votes) escrutinio m, recuento m, cómputo m, conteo m (Andes, Ven); ( in boxing) cuenta f, conteo m (Andes, Ven)

    to make o (colloq) do a count of something — hacer* un recuento de algo

    to keep/lose count of something — llevar/perder* la cuenta de algo

    to be out for the countestar* fuera de combate

    b) ( total) total m

    the final count — ( of votes) el recuento or cómputo final

    2) ( point)

    to be found guilty on all counts — ( Law) ser* declarado culpable de todos los cargos

    3) ( rank) conde m

    II
    1.
    1) (enumerate, add up) contar*
    2) ( include) contar*

    there'll be fourteen of us, counting you and me — seremos catorce, tú y yo incluidos

    3) ( consider) considerar

    to count oneself lucky — darse* por afortunado

    to count somebody among one's friends — contar* a alguien entre sus (or mis etc) amigos


    2.
    vi
    1) ( enumerate) contar*
    2) (be valid, matter) contar*
    Phrasal Verbs:

    I [kaʊnt]
    1. N
    1) (=act of counting) recuento m ; [of votes] escrutinio m, recuento m ; (Boxing) cuenta f

    to keep/lose count (of sth) — llevar/perder la cuenta (de algo)

    to make or do a count of sth — hacer un recuento de algo

    2) (=total) recuento m

    the final count (in election) el último recuento

    hold the stretch for a count of ten, then relax — estírese y cuente hasta diez, luego relájese

    pollen, sperm
    3) (Jur) cargo m
    4) (=point)
    2. VT
    1) (=add up, check) contar

    to count the cost of (doing) sth — (lit) reparar en el coste de (hacer) algo; (fig) reparar en las consecuencias de (hacer) algo

    chicken, blessing, cost 1., 1)
    2) (=include) contar

    ten counting him — diez con él, diez contándolo a él

    3) (=consider) considerar

    I count you among my friends — te cuento entre mis amigos, te considero amigo mío

    count yourself lucky! — ¡date por satisfecho!

    3. VI
    1) (=add up, recite numbers) contar

    can you count? — ¿sabes contar?

    counting from today/last Sunday — a partir de hoy/contando desde el domingo pasado

    2) (=be considered, be valid) valer, contar

    that doesn't count — eso no vale, eso no cuenta

    it will count against him — irá en su contra

    to count as, two children count as one adult — dos niños cuentan como un adulto

    ability counts for little here — aquí la capacidad que se tenga sirve de muy poco

    4.
    CPD

    count noun N — (Gram) sustantivo m contable


    II
    [kaʊnt]
    N (=nobleman) conde m
    * * *
    [kaʊnt]
    I
    1)
    a) ( act of counting) recuento m, cómputo m; ( of votes) escrutinio m, recuento m, cómputo m, conteo m (Andes, Ven); ( in boxing) cuenta f, conteo m (Andes, Ven)

    to make o (colloq) do a count of something — hacer* un recuento de algo

    to keep/lose count of something — llevar/perder* la cuenta de algo

    to be out for the countestar* fuera de combate

    b) ( total) total m

    the final count — ( of votes) el recuento or cómputo final

    2) ( point)

    to be found guilty on all counts — ( Law) ser* declarado culpable de todos los cargos

    3) ( rank) conde m

    II
    1.
    1) (enumerate, add up) contar*
    2) ( include) contar*

    there'll be fourteen of us, counting you and me — seremos catorce, tú y yo incluidos

    3) ( consider) considerar

    to count oneself lucky — darse* por afortunado

    to count somebody among one's friends — contar* a alguien entre sus (or mis etc) amigos


    2.
    vi
    1) ( enumerate) contar*
    2) (be valid, matter) contar*
    Phrasal Verbs:

    English-spanish dictionary > count

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